Signos
‘No son las drogas, son sus valores’, dijo Claudia a Trump y a la opinión pública del mundo sobre las insistentes acusaciones ‘americanas’ de que la culpa de sus adicciones y las muertes que provocan las tienen el fentanilo y sus traficantes mexicanos. Serían los males de su genética hedonista y materialista y de mercado; de sus malformaciones y traumas familiares, su infelicidad histórica y sus consecuencias: sus frustraciones, su violencia, sus múltiples masacres internas y sus sangrientas y genocidas guerras imperiales en nombre de su democracia como la que, por ejemplar, debe regir el ‘mundo libre’. No. No son las armas ni los opioides ni el alcohol ni los fármacos de su industria alucinógena los que los destruyen y los matan por sí mismos; no se puede ser tan estúpido para suponer eso más allá de la conveniente demagogia. Sino su dependencia de tales alicientes letales por culpa de sus degradantes valores y ruindades espirituales, tan irredimibles como sus vicios y sus bastardías acusatorias, hubiera querido decir Claudia. ‘Quizá tengamos otros males (políticos, de corrupción pública y otros propios de nuestras insuficiencias culturales, educativas y cívicas) pero menos destructivos y autodestructivos que los suyos como sociedad, porque no somos tan depredadores ni tan infelices ni de infancias tan descompuestas como las suyas’, diría acaso. Pero las fronteras diplomáticas imponen mesura, cortesía y prudente contención y simulación contestataria, frente a la farsa política y la insana moral acusatoria.
SM