
Signos
No quiso Andrés Manuel combatir a las bandas criminales. Claudia lo hace apremiada por Trump. Pero se niega a perseguir al crimen político que es parte del crimen organizado. Y esa renuncia la hace cómplice.
Y mientras el partido presidencial suma a sus filas a delincuentes de alto perfil e importante influencia y capacidad de movilización política y electoral, Washington los pone en su mira y empieza a señalarlos y amenazarlos, como hace con Gobernadores y Alcaldes del norte mexicano y fronterizo con Estados Unidos, sobre todo (que son los más visibles en sus operaciones con los poderosos grupos armados que dominan sus territorios y controlan sus autoridades), y como hace con otros personajes que, al amparo de la investidura y la representación pública o de sus relaciones de negocios con el poder político, son los factores principales de la industria criminal, de la más peligrosa (en todos los giros del uso del terror) a la más rentable (el tráfico internacional de combustible robado).
Y por esa estrategia de monopolización militante elegida por ‘los principales’ del Movimiento de Regeneración Nacional, el ganarlo todo está implicando una obesidad tan artificiosa y enfermiza que adelgaza al mismo tiempo, a toda prisa, las simpatías de cada vez más numerosos fieles -y defensores intelectuales y editoriales de izquierda entre ellos- ahora vueltos cada vez más críticos y opositores a esos liderazgos, en cuyos círculos tanto se reverencia al hijo de Andrés Manuel, ‘Andy’ López Beltrán, que confraterniza de sobra ahora -por conveniencia estratégica, diríase- con personajes procedentes del priismo y el panismo, y muy bien identificados, algunos de ellos, como estridentes e insultantes voceros de la democracia neoliberal y de la causa privatizadora del Estado que tanto defendieron, contra la tiranía de Andrés Manuel y de Claudia, a quienes de manera personal han injuriado y a los que ahora elevan en su nueva diatriba militante como los ejemplos más virtuosos en favor del bienestar social y el progreso nacional.
Está bien darles una oportunidad, ha dicho Claudia. Y en esa postura se desacredita, se ahoga y habrá de disolverse su capital moral, ideológico y político.
Qué manera tan mediocre y tan insensata y veleidosa y rotunda de patinar y de apostar cuanto se tenía ganado. Parece que sin un liderazgo de izquierda forjado en las tradiciones posrevolucionarias tricolores no se sabe hacer un Estado social de derecho y no queda más remedio que ir de nuevo hacia ninguna parte.
SM