Signos
La berraquería trumpiana es la medida civilizatoria de los tiempos; de la legitimidad democrática y popular de los liderazgos más representativos y exitosos en la potencia económica y militar más violenta y narcodependiente y alcohólica y alucinada de la historia; de los integrismos terroristas que desplazan por la fuerza de las armas y las furias de la fe a los de por sí tiránicos y unigénitos y bárbaros regímenes que han controlado sus pueblos y naciones y regiones del mundo arrasados por la ignorancia, el prejuicio, el fanatismo y el primitivismo crítico que cancela toda posibilidad evolutiva y de salvación humanista y se instalan en su porvenir; y de la cultura, en general, del fin de las utopías, de las ideas, del debate social, de los proyectos de superación de la conciencia y de la dignidad estética del pensamiento y la construcción de un nuevo mundo. Son los aullidos del principio de los tiempos ahora en sus orillas sin horizonte. Los del fin de la palabra y sus valores de progreso contra las objeciones al cambio evolutivo. Y son terminales, ante el espectro oscuro de las alternativas, del fin de la música y la poesía, de la civilización del espectáculo y la fantasía digital sin contenido, de la homogeneidad de los signos, de la lejanía de la dialéctica y el paradigma, de la emergencia del poder de la simplicidad convincente de las nuevas voces que, como en el principio incierto de las eras del trueno y el relámpago entre la negrura de la impotencia y de la soledad y el desconcierto, se anuncian como las de los redentores insustituibles de la manada. (Claro que ha habido antes los aullidos de esa fuerza temeraria, más acá del principio de la historia. Pero siempre ha habido quien calle esos hocicos de la infamia cavernícola y se han abierto de nuevo los caminos. Ha habido la filosofía, el canto y la conciencia de las contenciones contra las vislumbres del Apocalipsis. Pero la dialéctica de los tiempos no se advierte ahora. Por eso los búfalos se desbocan, más seguros que nunca de sí mismos. Sabedores que de ellos depende ir o no más lejos; de su miedo narcisista a que su sola voluntad y no la fuerza de las ideas ajenas y el poder juicioso de los otros sea lo que acabe con ellos.)
SM