Signos
Por Salvador Montenegro
Uno es heterodoxo y renuente a las filiaciones dogmáticas e ideológicas del todo por el todo y de una causa idílica incuestionable en un sentido o en otro.
Porque si el Logos es falible y lo teológico es falaz, y es humano todo, la objetiva relatividad no puede renunciar a nada que sea posible.
Las razones ajenas no pueden desacreditarse sólo por simple devoción o por mera militancia.
Y entonces uno entiende que hay razones de mérito en un liderazgo tan popular y tan polémico como el de Andrés Manuel.
Y uno puede sentirse cómodo con iniciativas suyas como las energéticas, o las fiscales y monetarias, o como las políticas sociales, que abonan a la estabilidad económica nacional y favorecen la situación de las familias de menores ingresos, del mismo modo que puede inconformarse con las políticas educativas y de seguridad pública (o contra la violencia y el crimen organizado).
Y ese es el caso: la tolerancia y la admisión de la diversidad y lo perfectible.
Y en tal circunstancia uno concluye: si el Presidente coincidiera con esa óptica inclusiva y ecléctica, haría de la autocrítica su mejor arma contra la intolerancia enemiga.
Y no: el peor de los problemas de cualquiera es venderse como infalible.
Y si las grandes mayorías de un país creen que su líder máximo lo es -perfecto como un tótem-, y el líder máximo se inspira y se fanatiza en eso, tenemos un problema: el del prejuicio, la parcialidad y el absolutismo teológico que descompone en una parte lo que bien se hace en la otra.
Pasó en Cuba, pasa en Rusia, pasa en México.
SM