En términos políticos es bueno para el que llega recibir un Gobierno en piltrafas. Puedes enderezar el discurso de la austeridad, del esfuerzo de la restauración y el blablablá del nuevo tiempo, como hizo el que acaba de irse. Y luego irte sin pena ni gloria, que lo tuyo sólo es llegar, no hacer historia, como inventan los panegiristas y matraqueros de cada caso. Para el botín siempre hay de sobra, y para esconderlo en un manto de dignidades justicieras y vindicativas también sobra donde escoger a los potenciales reos de temporada (los Mauricio Góngora, por ejemplo, o las Paola González, o algún otro con que instrumentalizar el discurso anticorrupción y documentar el escándalo de conveniencia, pero con cargos que los victimicen poco y sólo por el tiempo que para entretener a la ‘opinión pública’ se requiera). No mentir, no robar, no traicionar… Andrés Manuel está curtido en el remanso cotidiano de esas frases suyas. Pero entre sus legionarios imitadores suenan al despreciable y alevoso dinosaurio presidencial setentero y tricolor aquel del ‘ya nos saquearon, y no nos volverán a saquear’.