La bendita misoginia

Signos

Por Salvador Montenegro

Xóchitl Gálvez usa la expresión más de moda para definir la discriminación y los actos vejatorios contra las mujeres como tales -en la hora de la hora de los contradictorios activismos de vanguardia y donde la igualdad humana se defiende con exclusiones militantes y extremas clasificaciones y especificidades de género- para intentar definir y acusar como atentados machistas los que con evidencias probadas la identifican como un personaje que ha lucrado y se ha enriquecido al margen de la ley, envileciendo sus responsabilidades institucionales y traicionando sus compromisos de representante popular, es decir: como delincuente pública tolerada y premiada por la impunidad dominante, como tantos otros de la misma especie criminal, del género sexual que quieran o que sean.

En el oficio político hay fines públicos y privados cuyos valores relativos y menos perversos o más serviciales pueden justificar algunos cuestionables medios. Quien diga que no miente nunca o que se puede ser aliado del Partido Verde sin enlodarse hasta las orejas o que jamás ha usado el poder de la investidura de manera ilegítima, miente con todos los dientes. La virtud no estriba en la defensa falaz e imposible de la mojigatería absoluta, sino en la defensa de una imagen y una retórica de mayores perfiles de honestidad, credibilidad y compromiso social.

De modo que ser mujer; saberse y ser conocida por una trayectoria política espuria y beneficiaria de los intereses de grupos de poder que la han escogido como su representante para dirigir el Estado; saber que a costa de la corrupción política y de las instituciones y los liderazgos de ese Estado y de sus turbias sociedades empresariales se ha acumulado un exorbitante y certificable patrimonio privado inconcebible desde la rectitud, el mérito y la legalidad; y acusar de misóginos y de machistas y de perversos enemigos de los derechos igualitarios de la mujer -que ella dice defender cual una causa en la que le va el propio destino y a la que apuesta su porvenir-, a quienes desde la oposición militante o la tribuna mediática o cualquier almena de la opinión pública y ‘con los pelos de la burra en la mano’ le cantan tres o cuatro razones incontrovertibles sobre su perfidia, sus negocios malhabidos, su inmoralidad personal y familiar, y su liderazgo eventual incubado en el estercolero de las alianzas partidistas más grotescas y punibles; eso, no sólo no es pretender ser una mujer con valores representativos de liderazgo popular y de defensa de los derechos de la igualdad humana sino lo mismo, exactamente, que el peor de los corruptos demagogos saqueadores de los recursos públicos y prestos siempre a defender, con la vida misma, dicen, las garantías constitucionales de todos y la justicia del verdadero Estado democrático y de derecho.

Y así, de mujeres empoderadas y usuarias de la misoginia para defender sus privilegios como cualquier macho corrupto están poblados los círculos del infierno político de Dante y otros Frentes y Movimientos por la salvación nacional. Y con ellas y con sus iguales, misóginos o no, seguirán creciendo las alianzas de la política y el narcoterror, poniéndose a merced de las bandas criminales los cuerpos policiacos municipales y estatales, e imponiéndose en ellos -cada vez de manera más abierta y más normal, con auditorías y organismos de transparencia y anticorrupción a su servicio- el fuero implacable de las mafias.

SM

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