Cuba: la conciencia crítica y la gran cultura revolucionaria

Signos

Es cierto que Cuba se degrada entre la vileza yanqui que la asfixia bajo las sanciones inhumanas de un bloqueo vengativo que no cesa y más bien amenaza con apretarse hasta sus más estrechos límites, y la renuncia comunista empecinada a un proyecto económico propio y exitoso de composición mixta (pública y privada) que modernice su modelo de gestión productiva interna y su financiamiento fiscal del desarrollo.

Muy bien. Muy evidente todo.

Pero ¿y las virtudes inigualables de su envidiable formación escolar en todos sus niveles y en todos los lugares y tanto distinguían a Cuba dentro de los parámetros latinoamericanos relacionados con la calidad de vida? ¿Y su tan humana y servicial escuela médica, sus tantas academias de enseñanza técnica, sus decenas de universidades del más alto perfil, sus centros de investigación científica, sus institutos de arte de las más diversas disciplinas y en los más diversos rumbos del país, la supremacía de su danza en todos los géneros, y de su plástica y sus letras, de su formación musical tan vanguardista y tan única y distintiva y reconocida en el mundo entero, y toda esa prodigiosa estética creativa de inspiración revolucionaria, fidelista para ser exactos y más justos, y todas sus generaciones, de todas las razas, de todas las procedencias, de todos los orígenes, con todos los derechos igualitarios de formación profesional y de superación cultural y conceptual y crítica y hasta los más altos niveles del espíritu y del quehacer humanístico y civilizatorio, en todos los pueblos y en los más apartados rincones de la vida de todos?…

Tanta virtud para transformar vidas y destinos en un quirófano, en un aula, con los dedos sobre las teclados de un piano, de una trompeta, un pincel, un microscopio, y los pies y las manos volando prodigiosos sobre un cielo escénico de cualquier parte del mundo, y esa magia insuperable de un negro, de un blanco, un campesino, una mujer, un hombre, de cualquier origen, de toda procedencia, sin segregaciones, con plena igualdad de todo, capaz de una expresión y un verbo bien forjados, de bordar obras como cualquier ser superior del mundo entero, y no poder dormir, porque no hay luz, no hay un ventilador que lo permita, ni hay el mínimo bienestar en lo esencial, y no hay la esperanza ni el consuelo esperanzador de creer en alguien y confiar en que es posible el cambio…

Tanta conciencia. Tanta riqueza espiritual. Tanto bagaje. Tanta belleza y armonía. Tanto prodigio moral, intelectual y cognitivo. Tanto potencial y fuerza de progreso desde el Círculo Infantil, desde la primera edad. Una genética poderosa que parecía invencible. Y tener que cocinar con leña. Y ver que el edificio de enfrente hoy, y mañana acaso el de uno, y el país, se viene abajo. Y estas ganas de no querer huir y de buscar cualquier rendija para hacerlo…

Decía un sabio escritor al cabo de un encuentro de Fidel con artistas y escritores: “Nos ha traído el Comandante hasta las cumbres mismas de la sabiduría y la erudición. Es cierto. Pero, ¿para qué?, ¿para sólo escucharlo en el más respetuoso y disciplinado silencio? Él cree que así como la alta cultura popular es una gran conquista revolucionaria, no necesita la Revolución otra conciencia crítica que la defienda con ideas distintas a las suyas”.

Y así, la homogeneidad combatiente, vigilada por el rabioso espionaje de la Seguridad del Estado, fue haciéndose también cultura y diluyendo las alternativas del cambio generacional para la evolución revolucionaria. Amén.

SM

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