¿Otro frustrante ‘Michoacanazo’?

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Signos

Nada dice la Presidenta acerca de limpiar los nidos estatales de la corrupción generadores de incompetencia procesal y de impunidad para el crimen, como las Fiscalías de Justicia y las Policías locales.

Y nada dice en contra de los grupos gobernantes hegemónicos que monopolizan los sistemas de Justicia con la complicidad de sus Alcaldes y sus mayorías legislativas.

El problema de la Presidenta es su debilidad frente al poder de la corrupción generalizada y ya casi sin excepciones. Y sobre todo frente al que sostiene su movimiento militante desde liderazgos políticos como el michoacano mismo y como los de casi todas las Entidades, coludidos con unas y otras bandas del narcoterror o del tráfico ilegal de combustibles mientras alzan sus voces solidarias, del Pacífico al Golfo, al Bajío y al Caribe, en defensa de la prédica moral de la Regeneración Nacional de la Presidenta de la República.

Y si nada dice sobre el particular, su Plan Michoacán, como plan insignia nacional, puede terminar en otro estruendoso ‘Michoacanazo’.

Porque la limpia contra el crimen debe empezar por sus causas. Pero no por la supresión de la pobreza, que ese es un propósito más demagogo que utópico y mucho menos que realista (la pobreza debe atenderse como un imperativo de justicia social, no de seguridad pública), sino por la persecución y la eliminación, antes que nada, de los jefes máximos del crimen, que son los del poder político que tanto aplauden a la Presidenta y más la empujan hacia el precipicio mientras lo hacen y posan para la selfie con ella.

Debiera entender que con traidores y aplaudidores sólo va a cavar la tumba de su liderazgo y su partido.

Y que el problema no empezó con el calderonismo. Sino cuando se rompió el control totalitario y vertical del sistema político y de seguridad nacional y pública del priismo institucionalizado, y el foxismo de la alternancia no supo qué diablos hacer con el caos, la ingobernabilidad y la fragmentación política del país entero. Pensó que un cambio de gestión gubernamental era suficiente para democratizarlo todo, y que la civilidad y el nuevo orden republicano ocurrirían a continuación. Mero idealismo de propaganda y basurero.

Y lo que ocurrió a continuación fue todo lo contrario, por supuesto:

La repartición del poder del Estado nacional en grupos partidistas plurales sólo hizo la codicia regionalizada de los mismos y su debilidad consecuente contra el poder armado de las bandas criminales.

Y de ahí p’al real. Aquí mero. Donde estamos. Y donde tanto se requiere una versión moderna del Plan Colombia que incluya una colaboración abierta con los ‘americanos’, cifrada en el espionaje, ciertamente, pero que intimide a los grupos armados y a los delincuentes políticos del crimen organizado; que se sientan vigilados y al hilo del penal, como cualquier hijo de vecino de la delincuencia.

Porque el discurso obradorista de siempre contra las causas o contra la pobreza y por la estricta judicialización -cuando los sistemas de Justicia locales también están bajo el control de los narcoGobiernos- y el ‘debido proceso’ y el respeto a los derechos humanos de los asesinos y todo ese blablablá del pacifismo anticalderonista, no habrá de conmover en absoluto a los espíritus desalmados y aptos y gustosos de matar, de torturar y de descuartizar a cuanto prójimo se les ordene.

SM

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