La cosa pública
Por José Hugo Trejo
Algo huele muy mal en la Quinta Avenida de Playa del Carmen. Y no son precisamente los fétidos olores que generalmente ofenden el olfato de los miles de turistas que venían desfilando ininterrumpidamente sobre los adoquines de la emblemática callejuela del corazón de la Riviera Maya, hasta antes de que la pandemia del Covid-19 redujera sustancialmente su número.
Son las inconclusas obras de una remodelación poco justificable, que se iniciaron a principios de año y que es fecha de que no concluyen, no obstante la prioridad que deberían tener las mismas: para la presidente municipal de Solidaridad, Laura Beristain Navarrete, desde el punto de vista político, pues pretende reelegirse el próximo año; para la imagen turística de uno de los sitios más atractivos del Caribe mexicano; y, para la reactivación económica de cientos de negocios que han sufrido con la pandemia y el huracán “Laura” que tiene su vórtice en el palacio municipal de Playa del Carmen.
La obra no sólo tiene un considerable e injustificable atraso, sino que carece de la calidad necesaria para un proyecto que debería ser de relumbrón dado el lugar en donde se realiza y los millones de clientes de todo el mundo que anualmente se pasean por el lugar.
Los viejos adoquines, que en varios tramos siguen sin ser removidos, lucen mejor que los grises bloques con los que serán sustituidos y que uno al verlos piensa que serán de mayor solidez y de mejor vista al finalizarse la obra; pero al caminar sobre los pocos tramos en donde se han colocado, se constata que la calidad ornamental no justifica el cambio, mucho menos el costo, en tanto que el número de bloques agrietados y rotos exhibe desde ahora la disminuida y fraudulenta resistencia de los materiales con que fueron fraguados.
Por eso la fetidez de lo que hay tras la remodelación de la Quinta Avenida de Playa del Carmen es ofensiva y vergonzante, para cualquier ciudadano con sentido común que se pasee por el ahora atrofiado corredor turístico playense.