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Signos
Uno: El narcoterror es tan real como la narcopolítica nacional.
Dos: La verdad más perversa y objetiva es la de la negación a combatirlos a fondo y sin tregua ninguna defendiendo alegatos patrioteros, en el primer caso, y de respeto a la voluntad popular electora de los narcogobernantes estatales y municipales, en el segundo.
Tres: El soberanismo suele ser más propaganda que necesidad. Y en lugar de enemigo es más bien cómplice o palanca del narcoterrorismo.
Cuatro: El círculo vicioso del eufemismo y el propagandismo justificantes o defensores de la impotencia o de la levedad contra el crimen sigue su curso, si bien en menor grado, en el segundo piso de la regeneración moral obradorista.
SM