
El minotauro
Por Nicolás Durán de la Sierra
Tras el desplome del turismo en Tulum, caída que fuera anunciada muchas veces, lo que hoy sobran son planes y consejos para rescatar la actividad; menudean desde reuniones de alto nivel en la capital del país hasta voces solidarias con aire electoral; desde juntas con hoteleros y restauranteros para reducir precios hasta ofertas de transportistas en el mismo sentido.
Lo único que no se ha dado es un análisis amplio sobre el por qué y cómo se originó un desplome que, como se dijo, se veía venir; basta revisar noticieros radiofónicos y portales noticiosos de un año a la fecha para detectar las luces rojas y de entre ellas, en especial, las de la inseguridad ligada al crimen organizado, aunque los delitos del fuero común no van muy a la zaga de ésta.
El desplome no se dio, además, cual se pretende, como resultado de una “campaña” orquestada por la aviesa competencia, ni por el cierre virtual del acceso a playas y ruinas mayas, ni aún por el masivo arribo del sargazo, sino que fue el corolario de una suma de pifias y abusos tanto de las autoridades normativas, como de la codicia de los empresarios grandes y pequeños de Tulum.
Ejemplo de lo que no se debe hacer
En la autoría de la crisis están las autoridades locales que por años dejaron que las playas fueran un coto hotelero y hoy descubren que son áreas públicas, y las que hicieron una feria comercial del desarrollo urbano, pero también está la autoridad federal que puso en manos del ejército el control del Parque del Jaguar, y generó con ello una arista más del problema.
Para salir avante Tulum precisa tiempo y una operación mayor, no meros remedios parciales. Desde seguridad hasta el transporte público deben reformarse, pasando por el ámbito municipal, mientras que su comunidad tendrá que ir de lo exclusivo a lo inclusivo, por usar voces de moda, pero no por su gusto, no, sino porque no tiene otro remedio.
Hoy por hoy Tulum es un ejemplo de lo que no se debe hacer en la industria turística.