El pueblo de uno, en el ‘mes de la patria’

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Signos

La Presidenta dice a voz en cuello que el pueblo es invencible, que el pueblo decide y el pueblo no se equivoca y esas cosas. Y la duda es ¿cómo saber si uno pertenece o no a tan maravilloso y ejemplar y renacido pueblo? Sobre todo porque ese pueblo que dice la Presidenta ha elegido por sufragio directo a todos los impartidores de justicia en el país, desde los de los Juzgados de todo tipo de litigios en las localidades más remotas hasta los de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y a las autoridades que se dice que ahora la vigilan y la controlan, igual que otras lo hacen con todos los Tribunales de los Estados, como las que han sustituido a los Consejos de la Judicatura, ¡pero uno no eligió a nadie!, ¡como no lo hizo la inmensa mayoría de ciudadanos, casi un noventa por ciento, con posibilidad de hacerlo, entre otras cosas porque desconocía a la multitud de candidatos, miles que eran para todos los cargos de elección, también desconocidos en absoluto, que querían ser elegidos, y entre los que, a final de cuentas, fueron elegidos los que propusieron los grupos gobernantes en el país y en sus Entidades Federativas!

¿Cómo saber, entonces, si uno es parte de ese pueblo presidencial tan esplendoroso y tan totalitario que todo lo decide, lo impone y lo resuelve? ¿Porque acaso ese pueblo tolera que tantos y tan visibles delincuentes políticos, en lugar de hacer respetar los derechos constitucionales y las reformas del sistema de Justicia impulsadas por su propio partido, como acaso todos los Gobernadores de ese partido presidencial y su gran aliado, el Verde -del color con que se uniformen para la foto y la propaganda y el protagonismo protocolario-, estén entre los criminales del más alto perfil que debieran ser perseguidos y castigados por la Justicia que tanto refiere la Presidenta que se debe mejorar y ejercer en favor del pueblo?

Ya valió madre, entonces. Porque si no eres de los que alzan en las encuestas de opinión los índices históricos de aprobación presidencial y de los gobernantes de su entorno verdemorenista que paga, en buena medida, el Banco del Bienestar, entonces no eres del pueblo. Eres un vulgar militante de la causa neoliberal vencida y humillada por el pueblo, el de la barredora política que triunfa en todas partes; enemigo del antinepotismo ejemplar y de los cacicazgos intocables de Monreal, Haces, Andy, Rocha y Adán Augusto, entre otros; un deleznable crítico de celebraciones tan entusiastas como las del Gobernador tamaulipeco montadas, dice, sobre los grandes logros de su partido de la regeneración moral en su Estado fronterizo (pese a la violencia implacable de huachicoleros y narcos), aunque sus aliados verdes, fieles a su conveniente naturaleza réproba e infiel (que sus aliados conocen de sobra pero usan, igual, porque son de la misma especie), de pronto hayan emergido como sus competidores, reviren contra los presuntos logros del morenismo de Villarreal Anaya, y amenacen con tumbarle una gubernatura de la que han sido sus cómplices y a la que acusarán ahora de la inseguridad imperante en la ribera sureña del Río Bravo y que se ha impuesto con la sociedad criminal de cárteles y Gobiernos estatales y municipales lo mismo del PRI que del PAN que del Morena desde hace más de tres décadas. Porque los del Niño Verde, que ya tienen bajo su dominio pleno Quintana Roo y San Luis Potosí -sólidos y visionarios que son como franquicia política y exitosos ante el repliegue de sus aliados, que lo han sido del PRI, del PAN, del PRD y ahora del Morena, que se disgrega en el divisionismo y la codicia facciosa-, quieren ahora, para sí solos, Tamaulipas. 

SM

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