
Signos
La supremacía del ‘Pueblo’ y, por encima de ese pueblo, la de los ‘Pueblos originarios’, como la que debe imponerse en las decisiones de Estado para que se realice el verdadero derecho constitucional y la necesaria justicia, la seguridad, la paz social y la democracia verdadera, no es sino una bandera de propaganda militante tan ofensiva de la lógica de la igualdad humana y política, que pone en el aparador -el de la conciencia crítica y de cualquier espíritu inteligente- la calidad representativa de unos liderazgos de Estado que muestran su insignificancia conceptual y sus pobres niveles hasta para la argumentación discursiva.
¿Qué diablos quieren decir con ‘pueblo’ y con defender los derechos de los ‘pueblos originarios’? ¿Quieren decir proletariado y grupos de izquierda afines a la llamada ‘cuarta transformación’, e indígenas puros, pobres, de buena fe y libres de todo agravio racial y cultural producido por el mestizaje? ¿Qué hay, más allá de las entelequias y los idealismos de pacotilla de esos liderazgos libertarios y vindicativos, se dicen, de las injusticias milenarias perpetuadas por los neoliberales?
Con esa mediocridad y esas necedades reiterativas y faltas del mínimo sentido común y de cualquier pizca de originalidad, sólo estimulan la ramplonería y el entusiasmo de sus iguales.
En las luchas por el poder la demagogia es un recurso ineludible, se entiende. La diferencia sólo la hace la coherencia de unos y el disparate de otros.
SM