
Signos
Allí donde se oyen disparos y son costumbre los asesinatos sin culpables, allí es. Allí donde pasan filas de vehículos con gente armada, allí es. Allí donde todo el mundo sabe que unos delincuentes extorsionan y lucran con el miedo que imponen como su negocio, allí es. Allí donde hay inmuebles sospechosos de actividades criminales porque sobran los indicios y quienes hablan de ellos en voz baja porque saben que la autoridad es parte de la trama y no pueden denunciar ni decir nada, allí es. Allí donde se vende droga, y donde criminales controlan los prostíbulos y venden ‘seguridad’ a vendedores ambulantes y a empresarios, y se apropian de negocios privados y del cobro de rentas públicas, y se sabe que la Policía secuestra y extorsiona como lo hacen ellos, a quienes conocen bien, son de los mismos, y por lo mismo no se dañan entre sí a menos que sean de bandos enemigos, allí es. Allí donde los jefes policiacos respetan a los jefes de las bandas criminales aunque operen tras las rejas y se sabe bien a bien, por más que se quiera ser discreto, que la autoridad política municipal y la estatal y la ministerial y la judicial lo saben, lo autorizan y se hacen de la ‘vista gorda’, allí es. Y si las autoridades superiores del país niegan saber todo eso y que eso ocurre en Cancún y Playa del Carmen y Tulum y en todo el Caribe y el Pacífico y el Golfo y el Norte y el Centro y en cualquier lugar de México donde se mueven los grupos del crimen organizado, pues allí mismo, en todo el país, es que la corrupción se impone, protege y hace posible la impunidad que aceita la maquinaria del narcoterror y saldos tan bestiales como los del exterminio en Allende, Coahuila, en San Fernando, Tamaulipas, en Teuchitlán, Jalisco, y en unos y en otros predios y vastas superficies urbanas y rurales convertidas en tumbas clandestinas, que suman miles y miles de cadáveres -si es que no fueron incinerados, como muchos en “Izaguirre”-, por feroces jefes homicidas de los que más de una vez dijo Andrés Manuel que eran también seres humanos, víctimas de nada más que de la injusticia y la pobreza, y a quienes debían respetarse cabalmente sus derechos. Donde prolifera el crimen organizado no puede haber autoridad política y de seguridad libre de culpa.
SM