El Bestiario
En 1984 Mauricio Vicent tiene veinte años y, harto de Madrid, viaja a La Habana, donde, fascinado, decide quedarse. Es el hijo del columnista español Manuel Vicent, uno de los más leídos junto a Francisco Umbral, Emilio Romero, Manuel Vázquez Montalbán, Javier Pradera…, durante el último medio siglo de la Historia Contemporánea de España. Mauricio, el hijo de Manuel, descubre una Cuba sin apenas turismo, donde el espíritu de la revolución es palpable y donde el bloqueo norteamericano y las propias ineficiencias han hecho mella: libretas de racionamiento, tiendas paralelas, tráfico de divisas, niños con nombres rusos…: “Por aquel entonces tenía veinte años y estaba bastante harto de la vida en España. La movida madrileña estaba en su apogeo, pero tanto exceso aburría… De Cuba sólo sabía que unos barbudos habían hecho una Revolución y el más famoso era Fidel Castro”, asegura Vicent. A través de las anécdotas en clave de humor mordaz del protagonista recién llegado, se descubre el pulso real de la Cuba de la época, en vísperas del Periodo Especial y de la fuerte crisis económica que hundiría la isla tras la caída de la Unión Soviética. Mauricio Vicent acabó siendo corresponsal en Cuba para el diario El País durante veinte años, desde 1991 hasta 2011.
Sus vivencias juveniles en la isla están plasmadas en viñetas por el dibujante y cineasta cubano Juan Padrón, quien dirigió la película ‘Vampiros en La Habana’ y cuyos dibujos animados han marcado a generaciones de cubanos. En estos tiempos del Covid-19 Juan nos dejó. Desde la eternidad sigue pintando sus viñetas para Mauricio Vicent. El periodista ha escrito otras crónicas habaneras, en estos primeros treinta días de pandemia de coronavirus, entre ellas las de la muerte de Juan Padrón. Con ellas hemos preparado esta columna que queremos sirva de homenaje al creador de Elpidio Valdés y su inseparable cabello Palmiche. “Juan Padrón es la caricatura, el humor, la historieta, los dibujitos animados de Cuba. El brillo de sus ojos y su eterna sonrisa socarrona, sus comentarios divertidos, su acento y su manera de hablar. Pasear con Padrón por La Habana es como caminar en un Chevrolet Impala 59 con la chapa repintada cien veces y el motor retocado con cien piezas rusas adaptadas a la mecánica americana. Padrón es la historieta cubana (…). Al pobre Mauricio le machacaban llamándole en broma Resóplez, por un personaje de Padrón de Elpidio Valdés, que era un militar español medio tonto y de muy mal genio. Mauri decía: “¿Quién será este cabrón de Padrón, que me tiene salao?”. Al final se hicieron grandes amigos y hoy puedes leer esta maravillosa historia fruto de la colaboración de estas dos grandes personas y personajes”.
Cuba denuncia que la política de embargo de Estados Unidos está obstaculizando sus compras de medicamentos y de respiradores, mientras sigue enviando brigadas médicas al extranjero para colaborar en el combate contra la pandemia de coronavirus. Según ha informado la Cancillería cubana, dos empresas médicas que habitualmente suministraban a la isla equipos de ventilación artificial, claves para el tratamiento de los casos graves de coronavirus, suspendieron sus relaciones comerciales con la isla tras ser adquiridas por una corporación estadounidense. Se trata, asegura la prensa oficial, del fabricante suizo IMT Medical y de la empresa Autronic. Estas empresas han pasado a formar parte de la corporación estadounidense Vyaire Medical, y tras la incorporación expresaron su incapacidad para seguir haciendo negocios con Cuba. “Lamentablemente, la directriz corporativa que tenemos hoy día es suspender toda relación comercial con Medicuba; la única forma de que podamos reanudar el trabajo conjunto es por medio de una licencia de la OFAC [Oficina de Control de Activos Extranjeros] que expide el Departamento del Tesoro de Estados Unidos y que todavía no tenemos”, notificaron las firmas a la compañía estatal cubana que se encarga de la importación de suministros médicos, dijo el director general de América Latina y el Caribe del Ministerio de Relaciones Exteriores, Eugenio Martínez, exembajador de Cuba en España.
Santiago J. Santamaría Gurtubay
El Gobierno de La Habana acusa a Washington de dificultar sistemáticamente el acceso a medicamentos y suministros médicos que necesita la isla, lo que obliga a adquirirlos en mercados mucho más lejanos, como China, pagando el transporte y sufriendo demoras innecesarias. “Hay un grupo de recursos que nosotros adquirimos y que si los pudiéramos comprar en EE UU nos favorecería, porque es un mercado mucho más cercano”, aseguró el vicepresidente de Medicuba, Lázaro Silva. Según el diario oficial Granma, una donación de mascarillas, kits de detección y respiradores por parte del empresario chino Jack Ma, fundador de la compañía Alibaba —que ya ha donado grandes cantidades de esos productos a países de Europa, Asia, EE UU y Latinoamérica, afectados por la Covid-19— no pudo llegar a la isla. La compañía de transporte estadounidense contratada para realizar el envío “declinó hacerlo en el último momento”, asegura La Habana, aduciendo que el embargo en vigor se lo prohíbe. Las autoridades aseguran que el año pasado las pérdidas del sistema de salud por las sanciones ascendieron a 160 millones de dólares, por lo que piden el levantamiento inmediato del embargo para hacer frente en mejores condiciones a la pandemia de la Covid-19. Mientras tanto, Cuba continúa con su política de diplomacia médica.
El lunes 13 de abril llegó a Italia una segunda brigada sanitaria, compuesta por 21 médicos y 17 enfermeras que trabajarán en Turín, una ciudad severamente afectada por la epidemia. El equipo, integrado por especialistas en terapia intensiva, epidemiólogos, neumólogos y médicos integrales, se suma al contingente de 53 sanitarios enviados a Lombardía a finales de marzo. La mayoría de los médicos y personal sanitario que integran la brigada ya han prestado servicio con anterioridad en situaciones de desastre y crisis sanitarias internacionales, incluido el brote de ébola en África. En estos momentos, cerca de 1.200 profesionales cubanos de la salud ofrecen su colaboración en la lucha contra el coronavirus en 19 países, la mayoría del Caribe y América Latina, pero también en Angola, Togo, Italia y Andorra. En total, cerca de 30,000 profesionales médicos —la mayoría en Venezuela— trabajan hoy en 60 países, una colaboración que EE UU critica por considerarla un arma de propaganda y porque las autoridades de la isla supuestamente “explotan” a sus médicos. La Habana considera las acusaciones como un insulto y retan a la Administración de Donald Trump a enviar ayuda a los países que lo necesitan en vez de continuar con su política de asfixia económica contra la isla.
“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen…”. Lectura del Evangelio de San Lucas el Miércoles de Ceniza, en la televisión cubana
En Cuba han sido diagnosticados 726 casos y 21 fallecidos, pero las autoridades advierten de que en los próximos días el número de contagios aumentará. Los pronósticos apuntan a que aproximadamente dentro de un mes la isla registre el pico de la epidemia. Cuba suspendió el transporte público este fin de semana, cerró las superficies comerciales más grandes y endureció las medidas de asilamiento, sin llegar todavía a establecer una cuarentena nacional obligatoria. Reducir las grandes colas en las tiendas, provocadas por el desabastecimiento crónico de artículos de primera necesidad, se ha convertido en el gran reto en la batalla contra el coronavirus. “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen…”. Así comenzaba la lectura del Evangelio de San Lucas el pasado 8 de abril, el Miércoles de Ceniza, en el canal educativo de la televisión cubana. Eran las nueve de la noche, horario de máxima audiencia, y muchos telespectadores se quedaron sorprendidos al escuchar el sermón de las Siete Palabras en la voz del cardenal Juan de la Caridad García, arzobispo de La Habana. En Cuba muy excepcionalmente el Gobierno da espacios a la Iglesia Católica en televisión, pero ahora que los templos están cerrados por el coronavirus los obispos tienen permiso para retransmitir algunas liturgias de Semana Santa.
Momentos antes de que el cardenal dirigiera a la nación su reflexión sobre las últimas frases de Jesús de Nazaret, el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, terminaba una reunión de control gubernamental sobre el enfrentamiento de la pandemia en la isla. Su mensaje no fue tan distinto: “Todavía hay irresponsables que no han asumido la necesidad del distanciamiento social”, dijo, pero advirtiendo a esos “que no saben lo que hacen” que se acabaron las bromas. “Hay que quedarse en casa, no se debe salir a la calle”, enfatizó el mandatario, y el Jueves Santo reiteraba de nuevo: “No es tiempo de hacer visitas, ni de ver amigos, ni de estar conversando en grupitos, ni de jugar dominó en la calle o salir a caminar”. Un día más, Díaz-Canel ponía en evidencia el dilema a que se enfrentan la isla: se apela, principalmente, a la conciencia de la ciudadanía para mantener el aislamiento social, pero hasta la fecha la autodisciplina está funcionando, bien por la situación de desabastecimiento en las tiendas, que provoca colas, bien por el relajo caribeño. Lo cierto es que un mes después de la detección del primer caso de coronavirus en Cuba, el 11 de marzo, aún hay demasiadas personas en la calle, aglomeraciones en los comercios, y guaguas [autobuses] y taxis ruteros repletos, se quejan las autoridades. La situación médica, que hasta ahora parecía bajo control, empieza a desmandarse. En las últimas 96 horas se han confirmado 214 casos, de un total de 564 positivos detectados en el país. En cuatro días, se han diagnosticado cerca del 40% de los contagios. Además, se contabilizan ya 15 muertes y se han identificado los primeros focos de transmisión local, no relacionados con turistas o viajeros cubanos procedentes del exterior. El ministerio de Salud advierte de que lo peor está por llegar y que el pico pudiera alcanzarse dentro de un mes.
Pese a los llamados a quedarse en casa, en los últimos días los autobuses y los diferentes medios de transporte estaban más llenos que antes
Ante esta evolución preocupante, las autoridades han activado una nueva fase epidémica que implica medidas más severas de protección, como cuarentenas selectivas, que ya han empezado en algunos barrios de La Habana y en otras poblaciones y provincias, incluida la segunda ciudad del país, Santiago de Cuba, donde se estableció el toque de queda por la noche. Otra de las disposiciones oficiales ha sido la mano dura policial contra aquellos que no acaten las normas de aislamiento recomendadas. Cuba ha cerrado su espacio aéreo, no hay clases ni están abiertos los centros de ocio, como teatros, cines, o salas de música. Sin embargo, no existe una cuarentena general obligatoria todavía, ya que la gente vive al día y que obligatoriamente tiene que salir a diario a buscar productos de primera necesidad, los cuales escasean en las tiendas. Si bien aún se apela a la autoconciencia y no se prohíbe salir a la calle, las disposiciones gubernamentales cada vez se endurecen más.
El Gobierno cubano anunció la suspensión de todo el transporte público, tanto privado como estatal y tanto en las ciudades como en el campo. No habrá autobuses, ni ruteros, ni bicitaxis, tampoco carruajes de caballos en los pueblos, una medida extrema en un país en que la inmensa mayoría de la gente no tiene coche particular. El transporte público solo se mantendrá para las actividades priorizadas y en casos justificados o de urgencia. La medida entrará en vigor este sábado. Pese a los llamados a quedarse en casa, en los últimos días los autobuses y los diferentes medios de transporte estaban más llenos que antes, según han informado las autoridades. También se cerrarán las grandes superficies comerciales de La Habana, como el mercado de Carlos III o el de la calle 70, para evitar las grandes colas. Debido al desabastecimiento crónico, las aglomeraciones no solo no han menguado sino que son mayores, por eso la estrategia ahora es tratar de habilitar muchos pequeños establecimientos para descentralizar las ventas, acercar los productos a la gente y reducir las colas. Tarea difícil, luego de que el problema es la escasez de productos básicos, y esto no parece que pueda arreglarse en un país que pasa por una aguda crisis económica y de abastecimientos.
El coronavirus, paradójicamente, ha logrado en cambio que la Semana Santa católica llegue a todo el país a través de la televisión, algo que hasta a los Papas que visitaron Cuba en el pasado consiguieron solo parcialmente. Debido a las medidas de aislamiento, los obispos cubanos pidieron al Gobierno acceso a los medios de comunicación para transmitir las liturgias. Además de la transmisión del sermón de las Siete palabras, se programó la emisión del Vía Crucis presidido por el papa Francisco, y también se retransmitió la del Domingo de Resurrección desde la basílica del Cobre. Los obispos anunciaron que, tras la Pascua, se seguirán ofreciendo las misas de domingo en televisión mientras dure la situación excepcional debido a la pandemia. Paralelamente, mientras en la isla desde hace días se realiza una pesquisa masiva, casa por casa, en busca de casos sospechosos, el ministerio de Salud ha empezado a suministrar de modo preventivo a la población un medicamento homeopático -ya probado en la isla- que al parecer refuerza el sistema inmunológico, pese a que no evita el contagio. Por si acaso sirve de algo.
La música cubana de luto por Luis Eduardo Aute, para la Nueva Trova y Silvio Rodríguez, el español era un referente imprescindible
Para la canción cubana de autor y, más aún, para el movimiento de la Nueva trova, Luis Eduardo Aute era un referente imprescindible, casi un dios. Sus composiciones marcaron a toda una generación de trovadores y músicos en los años sesenta y setenta, empezando por su íntimo amigo Silvio Rodríguez y siguiendo por Pablo Milanés, Santiago y Vicente Feliú, Carlos Varela, Frank Delgado y cantautores de todas los estilos y edades, algunos jovencísimos, que todavía hoy se saben sus temas de memoria. No por casualidad Aute poseía desde 2008 la Distinción de la Cultura Cubana, uno de los reconocimientos más importantes que otorga el Consejo de Estado de la isla caribeña en cuestión de artes, y que pocos creadores extranjeros ostentan. Aquel 2008 la isla rindió un gigantesco homenaje al autor de ‘Al alba’, una canción que también fue un himno en Cuba. Fue una semana entera de conciertos, exposiciones, proyecciones en salas de cine y presentaciones de libros, todo entorno a Aute, que mostró en La Habana sus pinturas, creaciones audiovisuales, escritos y, por supuesto, su música. En el teatro Carlos Marx se hizo un gran concierto en el que se escucharon las letras de Aute en la voz de Silvio, los dos Feliú, Carlos Varela, Amauri Pérez, Liuba María Hevia y muchos más. Ante lo abrumador del tributo, Aute declaró entonces: “Vivir un sueño que quisiera compartir entre ambos países”.
Luis Eduardo Aute, como el bailarín Antonio Gades, siempre defendió sin fisuras la revolución cubana, y cuando no estuvo de acuerdo con algo lo criticó con sus amistades en la isla, nunca en declaraciones públicas ni en artículos de prensa. Con Silvio Rodríguez, seguramente su mejor amigo en Cuba, compartió muchas veces escenarios y grabó el disco Mano a mano, 24 temas recopilados durante el concierto conjunto que realizaron el 24 de septiembre de 1993 en la plaza de Las Ventas. Contactado por El País tras su fallecimiento, Rodríguez quiso publicar -mejor que hablar- la canción que compuso para Aute en 2017, después de que Aute sufriera un infarto y estuviera 38 días en coma. ‘Noche sin fin y mar’, hasta ahora no recogida en ningún disco, habla de “los universos de ayer” y de “las mañanas del azul”, y termina con un deseo, que hoy es el de muchos de sus admiradores: “Quien estuviera allí / viéndote reposar / saber tu sueño y cantarlo / Noche sin fin / sin fin y mar”.
Desde la noche sin fin baja una estrella hasta el mar luz que se quiere dormir en la fresca oscuridad. Quién pudiera conocer todo lo que ve la luz: los universos de ayer, los mañanas del azul. Noche sin fin, sin fin, sin fin y mar, para soñar, soñar la estrella. Quién estuviera allí, viéndote reposar, saber tu sueño y cantarlo. Noche sin fin, sin fin y mar. En el lomo de un delfín, quiero invitar a jugar a esa luz que va a dormir en la frescura del mar. Porque yo quiero saber todo lo que sabes tú: los universos de ayer, los mañanas del azul. Noche sin fin, sin fin, sin fin y mar, para soñar, soñar la estrella. Quién estuviera allí, viéndote reposar, saber tu sueño y cantarlo. Noche sin fin, sin fin y mar.
Ron y racionamiento en Cuba en tiempos de epidemia, la isla se enfrenta a la difícil tarea de luchar en una situación económica crítica
“Si el ron es efectivo contra el coronavirus, estamos salvados”, comenta un habanero en una de las muchas colas que todavía se ven en la capital cubana, de más de dos millones de habitantes. El joven bromea, pero admite que es sólo un mecanismo de defensa: “Todo el mundo sabe que la situación está fea”. Los casos confirmados en la isla se incrementaron notablemente: el jueves había 80 enfermos y el domingo 170 (han muerto ya cuatro personas y hay cuatro pacientes críticos). En la isla se han realizado hasta ahora solo 2,000 pruebas diagnósticas, y los primeros contagios por transmisión autóctona ya han sido confirmados en Matanzas y Pinar del Río. “Cuba oficialmente se encuentra en fase pre epidémica”, indicó el ministro de Salud Pública, José Ágel Portal. Pero añadió: el país entra “en la fase más compleja”. Lo del ron en la cola no es simple choteo caribeño. Además de que en Cuba se toma bastante, en las tiendas prácticamente lo único que sobra es la bebida pues muchos alimentos, productos de higiene y artículos de primera necesidad desde hace tiempo escasean. De ahí las largas colas. Y más si desde el Gobierno se llama a incrementar las medidas de “distanciamiento social” y la gente necesita abastecerse para atrincherarse en casa, al menos unos días. “Las tiendas están peladas y eso es fatal: si haces cola te puedes contagiar, y si no sales a buscar jama, también cascas”, dice el joven choteador del ron. Lo de las aglomeraciones y el desabastecimiento —además del frente sanitario— es el tablero donde se jugará una de las partidas principales contra la epidemia en Cuba, y las autoridades son conscientes. El viernes varios ministros admitieron en televisión que hay muchos productos deficitarios y que para distribuirlos lo más equitativamente posible —y reducir las colas—, se reforzará el papel de la libreta de racionamiento, en vigor desde hace casi 60 años.
Las más de 3,400 tiendas que ofrecen mercancías de forma “liberada” en pesos convertibles (equivalentes a dólares) van a seguir abiertas, pero la venta de los productos más demandados se “controlará y regulará”, repartiéndose algunos de ellos a través de las 12,700 bodegas estatales que expenden los artículos subvencionados de la libreta de abastecimiento a los 11 millones de cubanos. Evitar colas, o al menos reducirlas y ordenarlas, es clave, más cuando en el país no se ha impuesto aún una cuarentena obligatoria y sigue apelándose a la autoconciencia de la gente para que evite salir a la calle. Aunque el país se ha cerrado al turismo y se prohíbe el transporte entre provincias, además de suspenderse las clases y las actividades recreativas —conciertos de música, cines, teatros y encuentros deportivos—, los restaurantes siguen abiertos y funciona el transporte público, por lo que el aislamiento es relativo.
En sus intervenciones en televisión, el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, aconseja que, si la gente ha de salir, lo haga con mascarilla, extremando las medidas higiénicas, que se exponga una sola persona por núcleo familiar y se respeten los dos metros de separación en las colas. El mensaje parece que empieza a calar; desde hace dos o tres días hay mucha menos gente en las calles. Otra peculiaridad cubana es que la debacle del coronavirus ocurre en medio de una situación económica crítica, agravada por las medidas de la Administración Trump de los últimos tres años para asfixiar a La Habana. Sufre ahora un golpe mortal el turismo, ya de por si renqueante debido a las sanciones de Washington, que en 2019 prohibió cruceros, vuelos y viajes de los ciudadanos norteamericanos. La Covid-19 no ha relajado la particular Guerra Fría entre Washington y La Habana y las medidas coercitivas ahora tienen un mayor impacto. El último episodio de enfrentamiento ha sido precisamente a cuenta de la pandemia. Cuba ha enviado brigadas médicas a más de una docena de países, incluidos dos europeos (Italia y Andorra). Estados Unidos pide rechazar esta colaboración porque Cuba supuestamente explota a su personal sanitario. “Cuba ofrece sus misiones médicas internacionales a los afligidos con Covid-19 sólo para recuperar el dinero que perdió cuando los países dejaron de participar en el programa abusivo”, asegura EE UU. Cuba respondió inmediatamente: “La campaña de descrédito internacional del Gobierno de Estados Unidos es inmoral”.
“Si algún día me contagio voy a decir que lo cogí en Europa, ni muerta digo que lo cogí en la cola del pollo…”
“Ay Mamita, siento un bombo, me está llamando”, decía este fin de semana un habanero en una de las colas de la capital cubana, apertrechado con una botella de ron en la mano, por si acaso. Venía a decir el chico con la expresión que lo que se le viene encima a sus compatriotas es “mucho con demasiado”. “A partir de ahora no sólo hay que estar atentos a los partes del Ministerio de Salud Pública y a los reportes de contagios; habrá que adivinar también qué alimentos y productos sacan en las tiendas, dónde y cuándo”. Adelantándose a acontecimientos que ojala no ocurran, una internauta cubana escribía este domingo: “Si algún día me contagio voy a decir que lo cogí en Europa, ni muerta digo que lo cogí en la cola del pollo…”. Lo último, perder el glamour.
Mientras Cuba empieza a aplicar medidas más severas para enfrentar el coronavirus y el número de casos en el país continúa creciendo lentamente varios grupos de cubanos residentes en Estados Unidos, Europa y otros países han lanzado diversas iniciativas para pedir a Washington que levante las restricciones comerciales y financieras impuestas a La Habana, al menos durante el tiempo que dure la pandemia. Una de ellas, promovida por el académico cubano residente en Miami Carlos Lazo es una carta abierta al presidente estadounidense, Donald Trump, que ya ha sido firmada por miles de personas, entre ellas el embajador de la Unión Europea en La Habana, Alberto Navarro. La misiva expone que las limitaciones impuestas por el Gobierno de EE UU dificultan o impiden que Cuba adquiera equipos médicos, alimentos y medicinas, por lo que solicitan al mandatario que “extienda una mano amiga y solidaria al pueblo cubano” al menos en esta situación excepcional.
Desde que Donald Trump asumió la presidencia dio marcha atrás a la mayoría de los avances normalizadores de Barack Obama
“De no hacerlo, en Cuba se pudiera desencadenar una crisis humanitaria de incalculables consecuencias”, advierten los firmantes, tras opinar que “en esta hora dolorosa las consideraciones políticas deben de ceder lugar a las consideraciones humanas”. Otra carta, de la que se hizo eco el diario oficial Granma, es promovida por cubanos residentes en Europa, y pide a los presidentes y primeros ministros de los países de la Unión Europea interceder ante la Casa Blanca para el levantamiento de las sanciones. El documento recuerda que “desde el 16 de junio de 2017 hasta la fecha se han aplicado 191 medidas coercitivas, activando desde el 2 de mayo de 2019, el Título III de la Ley Helms-Burton como parte de las acciones destinadas a asfixiar a la economía cubana”. Desde que Trump asumió la presidencia de Estados Unidos dio marcha atrás a la mayoría de los avances normalizadores de su antecesor Barack Obama. En los últimos tres años se ha incrementado la presión financiera sobre los bancos internacionales para entorpecer las operaciones con Cuba, restringido las remesas que pueden enviar a sus familiares en la isla los cubanoamericanos y golpeado fuertemente al sector turístico con diversas sanciones. La prohibición de los cruceros y de los viajes de los ciudadanos norteamericanos provocó la caída del turismo en más de un 15 % el año pasado, y en enero el descalabro era ya de un 20%. A ello hay que sumar los efectos de la Ley Helms-Burton, que permite interponer demandas ante tribunales de Estados Unidos contra empresas extranjeras que supuestamente “trafiquen” con propiedades en Cuba, con el fin de desalentar la inversión extranjera. La medida ha afectado ya a varias empresas europeas, especialmente del sector turístico, uno de los motores de la maltrecha economía cubana.
La crisis del coronavirus, que supondrá el cierre inminente de la mayoría de los hoteles del país, agrava todavía más la situación del sector poniendo a la isla y a sus habitantes ante un panorama pavoroso. Ya ningún turista puede entrar a la isla, y los más de 30,000 viajeros que aún permanecen en el país deben salir en los próximos días. Mientras permanezcan en territorio cubano, no pueden abandonar los hoteles o las casas particulares donde se hospedan, lo que está provocando mucha incertidumbre y complejas situaciones pues muchas aerolíneas han cancelado sus vuelos y numerosas personas no saben cuándo podrán regresar. Las autoridades adoptaron un amplio paquete de medidas para tratar de frenar la epidemia, sin llegar a la cuarentena obligatoria del país. Los viajes de los cubanos entre provincias dentro de la isla han sido restringidos, también las salidas del país y se suspendieron las clases en todos los niveles de enseñanza. Se apela todavía a la conciencia individual para que la gente se quede en casa, aunque se ha anunciado que se tomarán medidas más severas, incluso policiales, para evitar las concentraciones de personas en las calles. Mercados y restaurantes continuarán abiertos, pero a partir de ahora deberán respetar estrictas medidas de higiene y distancia, mínimo dos metros, o de lo contrario serán cerrados. El problema de las colas en las tiendas, difícil de evitar debido al desabastecimiento crónico de artículos de primera necesidad, es uno de los graves asuntos contra el que se deberá bregar en la lucha contra el Covid-19 en Cuba.
La caída a cero del turismo es un verdadero drama no sólo para el Gobierno, también para los 600,000 trabajadores por cuenta propia
Son las cinco de la tarde en La Habana, es domingo, a finales de marzo, y desde una paladar situada frente al mar, en una zona de costa rocosa donde la gente acude a bañarse, el paisaje es romántico e inquietante. Un grupo de jóvenes escucha reguetón y baila: hay frotamientos, besos de piquito y toca-toca diversos, todo muy cubano y caliente, pese a que el propio presidente de Cuba salió hace tres días en televisión pidiendo suprimir los saludos efusivos. “Ni besos ni abrazos; saludos a una distancia prudencial hasta que la epidemia pase”, dijo Miguel Díaz-Canel, el mismo día que se anunció que se prohibirá la entrada de turistas. A partir de ahora, solo podrán llegar a la isla los residentes y a su ingreso deberán someterse a una cuarentena de 15 días, aunque no se cierran los aeropuertos para permitir el regreso de los cerca de 60,000 viajeros que quedan en el país.
Ajenos a esta realidad, los jóvenes de la Playa de 16, en el barrio de Miramar, continúan en su fiesta. “Diablita/ tu hombre te ama pero tú le eres infiel/ y cuando se pone el sol tú quieres beber…”, canta desde una bocina portátil el puertorriqueño Anuel AA, y la cosa en la playita sigue su propia lógica. A pocos metros, en un chiringuito estatal colindante, en las mesas había botellas de ron, cerveza y bastante gente que también vacilaba con otra canción picante. Tampoco parecían muy preocupados por la situación ni que hicieran excesivo caso a los llamamientos de las autoridades, que exhortan en televisión a mantener “la distancia social” por autoconciencia, no con cuarentenas obligatorias y extremas, de momento. Por idiosincrasia, en Cuba la gente se besa, se abraza, conversa con las manos y el tacto, entre amigos pero también en las largas colas que se forman en las tiendas y bodegas donde se venden artículos de primera necesidad. Cuba vive al día y hay que salir a la calle e ir a comprar a diario, pues dada la escasez es prácticamente imposible acumular productos para hacerse fuerte en casa durante 15 días.
Los cines, teatros, actividades musicales, deportivas y políticas están suspendidos, pero los bares y restaurantes ––privados y estatales–– siguen abiertos y en estos lugares la gente, sobre todo los más jóvenes, sigue haciendo vida normal o casi normal, aunque poco a poco el mensaje empieza a calar en algunos. En la mayoría de los establecimientos te obligan al entrar a frotarte las manos con una solución de agua con cloro, pero aun así un cliente trata de plantarle un beso a una camarera, y esta le responde: “Mi amor, deja ya la besuqueadera que el horno no está pa galleticas”. Por fin el cliente recula, aunque se lleva el “mi amor” para su casa. La caída a cero del turismo ––la prohibición de entrada a los viajeros es, al menos, por un mes–– es un verdadero drama para los cubanos. No sólo para el Gobierno, que desde que llegó Donald Trump a la Casa Blanca hace malabares para equilibrar sus maltrechas cuentas, también para los 600,000 trabajadores por cuenta propia, muchos de los cuales dependen de los dólares que se gastan los visitantes. El año pasado, tras la prohibición de Washington a los cruceros y a los viajes de los ciudadanos norteamericanos, el sector cayó un 15%. Muchos negocios privados han empezado a cerrar, las tiendas están desbastecidas y escasea el dinero, por lo que las colas crecen.
Llega a Lombardía, epicentro de Covid-19 en Europa, para prestar ayuda de emergencia ante el desbordamiento del sistema de salud en Italia
Cientos de médicos y enfermeros cubanos ya colaboran en el terreno con varios países de América Latina y también en Italia en el enfrentamiento a la pandemia del coronavirus. Llegaron a la región de Lombardía un equipo de 53 sanitarios cubanos, epicentro de la Covid-19 en Europa, para prestar ayuda de emergencia ante el desbordamiento del sistema de salud en esta zona de Italia. Cuba ha informado que el personal cubano está entrenado en el enfrentamiento de otras epidemias -como la del ébola- y ha colaborado en diversos países, y según Giulio Gallera, asesor de Salud y Bienestar de la región de Lombardía, en un primer momento trabajarán en el hospital de Crema (al sur de Lombardía) y serán enviados al nuevo hospital de campaña que se construirá en Bérgamo, la zona más afectada de la región por el nuevo coronavirus, donde los muertos se cuentan por centenares y hay miles de contagiados. Es la primera vez que Cuba presta ayuda de este tipo a un país desarrollado como Italia, aunque la presencia de médicos cubanos en América Latina y países del tercer mundo es habitual. Las autoridades cubanas han indicado que en estos momentos brigadas médicas de su país están trabajando ya en Suriname, Granada, Venezuela y Nicaragua, y que en total son 31 los países que reciben hoy diferentes tipos de colaboración sanitaria cubana para enfrentar el coronavirus. “Hasta este minuto, ningún colaborador de la salud se reporta como enfermo de coronavirus en nuestras brigadas médicas en el exterior”, ha asegurado el director de la Unidad Central de Colaboración Médica del Minsap, el doctor Jorge Juan Delgado Bustillo. Según Delgado, en la isla “existe un sentimiento nacional de querer cooperar”. “Recibimos mensajes de personas voluntarias dispuestas a partir hacia cualquier lugar para ayudar ante esta situación global de salud”, ha señalado.
Cuba mantiene presencia médica en más de 60 países. En 2019, el personal sanitario cubano en el extranjero superaba las 28,000, cerca de la mitad en Venezuela. Esta política “internacionalista” fue desde el triunfo de la Revolución una de las banderas del Gobierno de Fidel Castro, además de convertirse en las últimas dos décadas en una importante fuente de ingresos, pues muchos convenios de cooperación, implementados a través de organismos internacionales como la OMS (Organización Mundial de la Salud) o la OPS (Organización Panamericana de la Salud), suponían notables ingresos para las arcas del Estado, sin hablar del prestigio. El presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, junto al primer ministro de Cuba, Manuel Marrero, y los principales ministros han anunciado las medidas en una comparecencia especial en televisión, en la que han informado que en poco tiempo no quedarán turistas en Cuba y que la mayoría de los hoteles del país cerrarán. Un golpe muy duro para la frágil economía cubana, que ya había visto caer en enero un 20% la llegada de turistas debido a las medidas restrictivas impuestas por la Administración Trump. El turismo es uno de los motores principales de la economía de Cuba, y ya el año pasado, tras la suspensión de los cruceros y la prohibición de los viajes de los ciudadanos norteamericanos, las cifras del sector habían caído cerca de un 15%. En los próximos meses el apagón será total.
Evacuación de un crucero del Reino Unido con casos de coronavirus, tras diez días de odisea en el Caribe, sin ser aceptado en ningún puerto
Ante el sombrío panorama económico que se avecina, los ministros cubanos que participaron en el programa televisivo han anunciado una serie de medidas de beneficios fiscales, impositivos y de seguridad social para los emprendedores privados y los trabajadores del sector estatal. Los cuentapropistas que regenten restaurantes u hoteles -o los artesanos, taxistas, etc.- que se vean obligados a cerrar o suspender sus licencias no tendrán que pagar el impuesto mensual y, del mismo modo, los trabajadores estatales que queden cesantes recibirán parte de su salario. Se pide incrementar el teletrabajo, algo difícil de implementar en Cuba debido a las condiciones materiales, mientras las autoridades llaman al esfuerzo de la sociedad para controlar la expansión del coronavirus, sin descartar que haya que tomar medidas más severas en los próximos días.
Cuba organizó, el pasado mes de marzo, la compleja operación de desembarco y retorno al Reino Unido de cerca de 682 pasajeros, 668 de ellos de ese país y el resto de una docena de países europeos y de otras nacionalidades. La mayoría de ellos son ancianos, quienes permanecían desde hace una semana en el crucero británico MS Braemar sin ser admitidos en varios puertos del Caribe tras detectarse cinco casos de coronavirus. Por razones humanitarias y a petición de Londres, el Gobierno cubano aceptó recibirlos y coordinar su retorno en cuatro aviones de British Airways fletados por el Gobierno británico. El buque, en el que además de los turistas viajaban 381 tripulantes, llegó a las primeras horas de la mañana al puerto del Mariel, a unos 50 kilómetros al oeste de La Habana. Además de los enfermos de coronavirus, estaban en aislamiento otros veinte pasajeros y una veintena de tripulantes, entre ellos un médico, por tener síntomas sospechosos. Tras serle denegada la entrada en varios puertos caribeños, la situación comenzaba a ser desesperada cuando, Cuba anunció que los recibiría y coordinaría la repatriación en colaboración con las autoridades británicas.
Numerosos cruceristas manifestaron a través de las redes sociales su agradecimiento a Cuba por haberlos “salvado”
La operación duró todo el día y parte de la noche de un miércoles fue realizada siguiendo estrictos protocolos de protección para evitar contagios. Cuba dispuso decenas de autobuses que trasladaron a los turistas directamente desde el puerto del Mariel hasta la pista del aeropuerto José Martí de La Habana, donde los pasajeros sanos abordaron tres de los aviones. Los contagiados y los aislados viajaron por separado en un avión medicalizado. Cuba ofreció atención médica en la isla a los que necesitarán con urgencia tratamiento. El barco tenía previsto retornar a su lugar de origen solo con la tripulación. La odisea del MS Braemar comenzó el 8 de marzo, después de dos semanas navegando por el Caribe, cuando el crucero, propiedad de la empresa británica Fed Olsen, arribó a Cartagena, Colombia, donde descendió una ciudadana estadounidense a la que se le diagnosticó una infección por coronavirus. Después de zarpar, se conocieron cinco casos de contagio a bordo, cuatro turistas y un tripulante, razón por lo cual se negó la entrada al buque en los puertos de Willemstad, en Curazao, y de Bridgetown, en Barbados. Lo mismo ocurrió en los puertos colombianos de Cartagena y Barranquilla.
Bahamas rechazó al crucero, que navega bajo su bandera. El Gobierno de Nassau justificó la medida aduciendo consideraciones para proteger la salud y la seguridad de los habitantes de Bahamas. Ante dicha situación, la Administración de Boris Johnson solicitó a La Habana acoger al crucero. “Hablé dos veces durante el fin de semana con el ministro cubano de Relaciones Exteriores Bruno Rodríguez, y estamos muy agradecidos con el Gobierno cubano por permitir de forma rápida esta operación”, dijo el canciller británico, Dominic Raab. Su embajador en La Habana, Anthony Stokes, que supervisó personalmente el traslado desde el Mariel al aeropuerto, destacó la actitud solidaria de Cuba al colaborar con la evacuación de los pasajeros tras un periplo “difícil e incierto”. Numerosos cruceristas manifestaron a través de las redes sociales su agradecimiento a Cuba por haberlos “salvado”. La operación se produjo el mismo día en que Cuba confirmó el primer muerto por coronavirus en la isla. Se trataba de un turista italiano de 61 años que había llegado a Cuba hace nueve días con dos amigos, también portadores del virus. Las autoridades informaron además de nuevos casos detectados con la enfermedad.
El Festival Jazz Plaza, con cerca de 80 músicos norteamericanos y más de 300 cubanos, desafía a la administración estadounidense
Por mucho que la política trate de interponerse, resulta que la vida es como es y nada puede con los estrechos vínculos culturales que unen a Cuba y EE. UU., más si hay música de por medio. Quedó demostrado, a principios de este 2020, en La Habana durante la 35 edición del Festival Jazz Plaza, cuando alrededor de 80 jazzistas norteamericanos y más de 300 cubanos tomaron las calles, teatros, pistas de baile, bares y garitos de la ciudad, en una fiesta de cinco días y más de un centenar de conciertos en 15 sedes que ha desafiado a la administración Trump, que en los últimos tres años ha prohibido vuelos y cruceros y ha convertido viajar a Cuba en un calvario legal y burocrático para un norteamericano. La fuerza de la música mostró otra vez su superioridad, y no hablamos de cualquier cosa: el guitarrista Stanley Jordan y saxofonistas de culto como Dave Liebman o Bill Evans, llegados por primera vez a La Habana, y junto a ellos destacadas bandas de jazz de Nueva Orleans, la gente de la Trombone Shorty Foundation y jóvenes talentos de Nueva York, se convirtieron en protagonistas de este gran puente cultural levantado sobre el estrecho de Florida junto a sus colegas cubanos. Realmente impresionante.
“Me siento humilde porque existe mucha música buena en Cuba, después de años por fin mi camino me trajo aquí, por lo que estoy emocionado y espero que mi función esté a la altura de las expectativas….”, dijo Jordan al llegar. ¡Y madre mía lo que hizo! Su concierto fue un delicadísimo viaje por la música, una experiencia irrepetible, él solo tocando la guitarra y el piano a la vez y terminando con una versión de la Guantanamera que deberá estudiarse en Cuba a partir de ahora en los conservatorios. Jordan estuvo con estudiantes y con todo el que quiso aprender de él, y esa fue la tónica general, buen rollo, colaboración, emoción, respeto y un virtuosismo desbordado entre los músicos de ambos países.
Liebman lo dijo también, EE UU y Cuba son dos potencias musicales hermanas, y eso no hay quien se lo cargue. Todo fluyo de forma natural. Liebman vino solo, ensayo media hora con el guitarrista cubano Emilio Martiní —que de joven estudió por los libros y partituras de este gran músico que ha dedicado su vida a la enseñanza del jazz, además de colaborar con los más grandes, de Elvin Jones a Miles Davis—, y se cascó un concierto de antología. Aparte de este, coronado por una increíble versión del Olé de Coltrane, el saxofonista de Brooklyn, de 73 años, quiso tocar también con los rumberos de Yoruba Andabo y participó en un gran homenaje a Omara Portuondo por su 90 cumpleaños, en otra lección de maestría, curiosidad y humildad como la de Jordan.
Evans brilló con su música interpretada por los jóvenes músicos de la jazz band del compositor cubano Joaquín Betancourt, y de Nueva Orleans vinieron las bandas estadounidenses Soul Rebels Brass, Tank and The Bangas Band y Trombone Shorty, y pusieron La Habana a gozar. Protagonizaron un pasacalles multitudinario, la gente arrollando por La Habana Vieja como si pasara una conga, y junto al artista cubano Cimafunk tomaron por asalto una noche el salón rosado de la Tropical, la mayor pista de baile de La Habana, en un espectáculo bautizado como Getting Funky in Havana, que fue uno de los platos fuertes del Festival. Para entendernos, la Tropical es el termómetro de la música popular cubana, donde se miden las grandes orquestas de salsa y timba en la ciudad, y ver este espacio, con capacidad para 3.000 bailadores, poseído por el espíritu y el ritmo del jazz, fue algo insólito y una catarsis colectiva, en un país en el que durante muchos años el jazz fue la música del enemigo, pero de eso hace ya mucho tiempo.
Los conciertos de los jazzistas cubanos, todos de primera calidad, no se pueden enumerar: Ernán López-Nussa, Harold Lopez-Nussa, Roberto Fonseca, Maraca, Interactivo… Entre el público, gozando en los teatros y en las calles había cientos de norteamericanos amantes de esta música que llegaron a la isla saltándose las restricciones y la mala onda de Trump. Uno de ellos resumió lo que estaba sintiendo: “¿Pero a quién se le puede ocurrir impedir esta maravilla? Por favor, señores políticos: respeten”.
Elpidio Valdés fue alojarse al Habana Libre, se enfadó cuando le exigieron el pago en dólares, llamó al gerente, llegó el general Resoplez
Decía hace unos días antes de morir Juan Padrón que, en los tiempos revueltos que corren, como en la guerra, hay que andar siempre con dos o tres tragos encima, pero sin llegar a emborracharse: “Si te pasas, la cagaste; si te quedas corto, es insoportable”. Este era su humor y su filosofía de vida, igual que el trabajo bien hecho, la sencillez y la inteligencia sin ego eran su marca de agua, de donde salieron películas de culto como ‘Vampiros en La Habana’ y personajes como el coronel mambí Elpidio Valdés y el general Resoplez, que hicieron la vida feliz a generaciones de cubanos. Es difícil hacer un cálculo de cuánto le debe Cuba a Juan Padrón, quien falleció en La Habana a los 73 años. Da igual la ideología del cubano al que se pregunte. Sus dibujos animados, sus chistes e historietas, sus vampiros en busca incesante de placeres terrenales —beber, ir a la playa, fornicar— calaron de tal modo en su país que hasta niños y mayores se pusieron a hablar en la calle como sus personajes. Todavía expresiones como “Corneta, toque a degüello”, del general Resoplez, o “Dame un cigarrito ahí, Rey del Mundo”, de uno de los borrachos de ‘Vampiros en La Habana’, siguen empleándose en la vida diaria, y eso que han pasado décadas —50 años en el caso de Elpidio— desde su creación.
Historietista, humorista, dibujante, animador… Todo eso era Juan Padrón, pero mucho más. De él decía el gran director del cine cubano Tomás Gutiérrez Alea ‘Titón’ que era “el mejor cineasta” de su país. “Juan lo hace todo, el guión, los personajes, el tiro de cámara, las voces…, es un genio, no hay nadie como él”. Cuando ‘Vampiros en La Habana’ (1985) se exhibió en Estados Unidos, el deslumbramiento fue total. La película, que cuenta los avatares en La Habana de los años treinta de varios grupos de vampiros por el control de una fórmula que les permitía hacer vida normal y tomar el sol, se convirtió en un fenómeno de culto. Fue comparada por los críticos con ‘El Gato Fritz’ o ‘El submarino amarillo’, y ello se debió a que Padrón creó un modo singular de hacer animación, imprimió una personalidad a sus historias —tanto por su estilo como por su humor— que lo hicieron único e identificable. Si existe una escuela de animación cubana —como existe una escuela cubana de ballet—, se debe a Juan Padrón.
Los cubanos nacidos con la Revolución no tuvieron Superman ni Pato Donald, Padrón les libró de los aburridos muñequitos soviéticos
Padrón era capaz de decir marca y año de cualquier coche norteamericano de los años cuarenta y cincuenta que pasara a su lado. Esta técnica la aprendió en los tiempos de su infancia en el central Carolina, cerca de Cárdenas, en la provincia de Matanzas, donde nació en 1947. Desde pequeño empezó a hacer peliculitas familiares de acción y también se entregó al arte del dibujo, pese a las reticencias de su padre. “Un día me dijo: ¿’Así te piensas ganar tú la vida, haciendo muñequitos?’. Después, cuando empecé a ganar bastante dinero, se calmó”, solía contar entre tragos de whisky —la llamaba “la bebida del proletariado británico”, por si algún iluminado manifestaba alguna reticencia revolucionaria por preferirlo al ron—. Padrón se fogueó en diversas revistas humorísticas en los años sesenta hasta que un día, haciendo una historieta de samurais, creó en 1970 el personaje de Elpidio Valdés, un coronel mambí de los tiempos de la guerra de Independencia que combatía contra una tropa incapaz de españoles al mando del general Resoplez. Las primeras aventuras de Elpidio no se desarrollaron en la isla, sino en Estados Unidos, por una cuestión de rigor. “No sabía cómo dibujar a los españoles. Estuve muchos meses leyendo y estudiando los diarios de campaña, buscando información de los uniformes, de cómo eran las armas…”. Ese era Padrón. Cuando se sintió listo, Elpidio desembarcó en Cuba y ya nunca más la abandonó. El personaje protagonizó varios largometrajes y numerosos episodios de dibujos animados, y con la valiosa información histórica recopilada publicó también ‘El libro del mambí’.
Los cubanos nacidos con la Revolución no tuvieron Superman ni el Pato Donald, pero por suerte contaron con Padrón para sacarles del aburrimiento de los muñequitos soviéticos, que entonces se ponían en televisión. Elpidio Valdés se convirtió en el héroe cubano, y esto le llenaba de satisfacción. Todavía hace un par de semanas ibas con él por la calle y la gente le paraba para felicitarle y hacerse fotos. Bromeando, con los hielitos sonando en el escocés, recordaba que no siempre fue así, pues también pasó su travesía del desierto. Al comienzo de su carrera hizo chistes de piojos —uno le preguntaba a otro: “habrá vidas en otras cabezas”—, y también de verdugos y de vampiros. Un funcionario se los censuró uno tras otro con diferentes argumentos —“que si los piojos parecían una burla, cuando Cuba luchaba por ser potencia médica; que si los verdugos eran una desconsideración, con tantos muertos que había habido por la tiranía de Batista; que si no era el momento de los vampiros, porque Fidel acababa de dar un discurso diciendo que por Vietnam Cuba estaba lista a dar hasta la última gota de sangre, y parecía choteo”—. Resulta que, al tiempo, en un viaje, se encontró con el censor, que se había exiliado. “Al acercarse a saludarme, se me cayó el trago en su camisa. Hay que cuidarse de los iluminados”, contaba.
Colaboró artísticamente con Quino —animó Mafalda e hicieron juntos decenas de chistes llamados Quinoscopìos—. A él se deben la serie de Elpidio Valdés, ‘Filminutos’, ‘Más se perdió en Cuba’; los largometrajes ‘Una aventura de Elpidio Valdés’, ‘Elpidio Valdés contra dólar y cañón’, ‘Vampiros en La Habana’ y ‘Más vampiros en La Habana’, incontables historietas y varias novelas. En estos momentos finalizaba un cómic autobiográfico y acababa de entregar varios cortos sobre los 500 años de La Habana realizados para Acción Cultural Española. Cuba y su cultura quedan huérfanas. Pierden al hombre que en los últimos 50 años más alegró la vida de la gente y contribuyó a forjar su imaginario, y por eso hay que seguir su consejo: dos o tres copas a tu salud, pero no más.
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