
Por Francisco Hernández
CHETUMAL.- La renuncia de Monseñor Pedro Pablo Elizondo por motivos de edad y el nombramiento de Monseñor Salvador González Morales como su sucesor, marca el fin del liderazgo de los Legionarios de Cristo sobre la Diócesis Cancún-Chetumal, que les fue encomendada desde hace 55 años por el Papa Pablo VI cuando fue creada la prelatura para evangelizar el entonces Territorio de Quintana Roo, catalogado como tierra de misión.
Durante el tiempo de cinco papados, los dos obispos que ha tenido Quintana Roo han sido Legionarios de Cristo: Monseñor Jorge Bernal Vargas, primero de la Prelatura Territorial de Chetumal desde 1970 y a partir de 1996 de la Prelatura Cancún-Chetumal, y desde 2004, Monseñor Pedro Pablo Elizondo, quien en 2020 fue elevado a obispo diocesano con la creación de la Diócesis Cancún-Chetumal, cargo en el que estuvo hasta su renuncia, misma que presentó después de haber cumplido los 75 años desde septiembre del año pasado, en la edad que marca el Derecho Canónico para el retiro.
La designación por el Papa León XIV de Monseñor Salvador González Morales, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de México, acabó con ese liderazgo de la congregación de los Legionarios de Cristo y lo convierte en el primer obispo que procede del clero secular o diocesano, únicamente obligado a obedecer en línea exclusiva al Arzobispado y no al director de una orden religiosa.
Lo anterior puede ser indicativo de la importancia que ha tomado la Diócesis que abarca al estado de Quintana Roo, donde ahora la Iglesia Católica, con este mensaje, pretende reforzar su acción pastoral entre su feligresía y la administración directa de las parroquias, sin intermediación de una orden.
Los Legionarios de Cristo han tenido que remar contracorriente de la imagen pública que dejaron los delitos de su fundador, Marcial Maciel, al que sus integrantes consideraban un santo en vida hasta que la Santa Sede lo retiró del sacerdocio y lo recluyó, en medio de acusaciones por pederastia y drogadicción, que la propia congregación había reconocido antes de eso en un informe interno, mismo que fue hecho público hace poco por el Papa Francisco.
Pero en Quintana Roo la actividad de los Legionarios de Cristo ha sido principalmente observada por dos vertientes contradictorias:
Una elogia su labor para extender la cobertura de la Iglesia Católica en un estado en acelerado crecimiento poblacional, hasta llegar a instaurar 76 parroquias y 500 capillas agrupadas en 8 decanatos en todo el territorio estatal y emprender la construcción de una magna catedral en Cancún, la de Santa María del Mar. a un lado del Ombligo Verde, además de encabezar el crecimiento de su feligresía de menos de 78 mil que había en 1970 a un millón 16 mil fieles en 2020.
La otra enfoca que Marcial Maciel buscó recibir el encargo de la evangelización del entonces Territorio Federal porque conocía los planes para detonar un polo de desarrollo económico con el turismo, debido a sus contactos con el gobierno de Luis Echeverría, lo que les permitió explotar las bodas de lujo, y que el estado le sirvió como región de exilio para los miembros de la congregación con acusaciones de pederastia, además de que las relaciones con el gobierno les ha dado acceso a terrenos junto la playa en Cancún y la zona continental de Isla Mujeres para construir capillas, parroquias y santuarios, como la de Cristo Resucitado y la de Estrella del Mar.
Lo cierto es que, más importante que su tarea de evangelizar fue la dedicación que los Legionarios de Cristo dieron al cumplimiento de uno de sus principales votos dentro de su misión Regnum Christi, que es la educativa, para formar fieles católicos desde las aulas, pero con atención a hacerlo entre las élites del nuevo rico estado, con la rectoría de instituciones como la Universidad Anáhuac, los Institutos Cumbres y el Colegio Mano Amiga, abarcado todos los niveles educativos.
A partir de la salida de Monseñor Pedro Pablo Elizondo del obispado, la administración de las parroquias ya no se será una tarea de principal de los Legionarios de Cristo, que seguirán dedicados, principalmente, a su misión de encausar fieles entre las clases altas y medias desde la educación.
No formarán a los nuevos sacerdotes, porque la Arquidiócesis de México decidió que el Seminario Mayor de Quintana Roo, iniciado en 2015, no estará dirigido por los Legionarios de Cristo, así que desde ese año comenzó a gestarse la tendencia que llevó a retirarlos del encargo de la Diócesis caribeña.
A momento de este histórico relevo, dos terceras partes de los 150 sacerdotes que hay en el estado pertenecen a congregaciones religiosas, de los cuales 64 son Legionarios de Cristo y otra parte son franciscanos, mientras el otro tercio pertenece al clero secular o diocesano, es decir, el que convive y se integra directamente con la feligresía sin pertenecer a una orden y sólo obedece al obispo.
Además, los Legionarios de Cristo también tienen desde el 2020 una casa para sacerdotes en retiro por edad avanzada o enfermedad, en Cancún, ciudad donde se encuentra poco más de la mitad de los Legionarios de Cristo.

Por este cambio importante en la dirección de la Iglesia Católica en Quintana Roo, que representa que el estado ya no es considerado tierra de misión, se espera que la llegada del primer obispo no perteneciente a los Legionarios de Cristo inaugure una nueva forma de guiar su comunidad, exclusivamente apegada a las directrices de la Arquidiócesis de México, ya que la disciplina ciega a una congregación no será parte de las características del nuevo diocesano.
Salvador González Morales, que es originario de la Ciudad de México, cumplirá el 20 de diciembre 54 años, por lo que tiene la expectativa de pastorear a los católicos durante 21 años, hasta llegar a la edad de retiro canónico.
Se formó en la Universidad Pontificia de México, la Universidad Gregoriana de Roma y el Instituto Superior de Estudios Eclesiásticos, pero además realizó estudios seculares en ingeniería de alimentos en el Instituto Politécnico Nacional (IPN).
Se ha especializado en estudios en Filosofía y Filosofía Sistemática; y desempeñó diversos servicios en el acompañamiento formativo tanto en el Seminario Conciliar de México como en otras universidades eclesiásticas.
Recibió los ministerios diaconal (2001), presbiteral (2002) y episcopal (2019) de manos de dos cardenales en sendas ceremonias dentro de la Basílica de Guadalupe, y nunca ha formado parte de una orden o congregación.
Como sacerdote desempeñó responsabilidades pastorales diversas: capellán de Coro de la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe, vicario parroquial, decano y párroco in solidum de la unidad pastoral de la antigua parroquia de San Bernardino de Siena en Xochimilco (hoy catedral de la Diócesis de Xochimilco).
En 2019 el Papa Francisco lo nombró obispo auxiliar, con funciones de Vicario General y Moderador de la Curia de la Arquidiócesis de México, además de que acompañó al Cabildo Metropolitano de la Catedral de México, a nombre del Arzobispo Primado de México, el Cardenal Carlos Aguiar Retes.
Al momento de asumir el obispado, en la Diócesis Cancun-Chetumal la principal tarea pendiente es la construcción de la Catedral de Santa María del Mar, conocida como la Nueva Catedral de Cancún, pues a pesar de que ha contado con el apoyo de los gobiernos municipales de Benito Juárez y del gobierno de Quintana Roo, enfrenta la oposición de vecinos de la reserva natural Ombligo Verde y de ambientalistas, quienes recientemente acusaron que la obra ha invadido áreas fuera de sus límites.

La obra también es llamativa porque declaradamente busca fomentar el llamado “turismo religioso”, para lo cual será una réplica del santuario de María Desatadora de Nudos, ubicado en un área verde del polígono sur de Cancún, a cargo de los Legionarios de Cristo, y que según Pedro Pablo Elizondo atrae a más de 18 mil peregrinos a la semana.
Según el proyecto expuesto en el inicio de las obras el año pasado, la nueva Catedral incluye una cruz atrial de 25 metros de altura sobre pirámide maya de 12 escalones de piedra y un cenote capilla bautisterio para recordar a los primeros cristianos mayas bautizados, además de un Centro Comunitario para asistencia social.
Igualmente, aunque cuenta con más de un millón de fieles, el contexto social en que encuentra a Quintana Roo es el de una representación del catolicismo cada vez más reducida en el estado, pues ha bajado de 90 % en 1970, cuando se formó la Prelatura, a 64 % en 2020, año del último censo de población.
También ocurre cuando existen voces dentro del clero católico que son cada vez más críticas con el gobierno federal de la Cuarta Transformación, sobre todo por el incremento de la violencia criminal, que afecta también a los párrocos, y por los recientes intentos de censura anunciados por legisladores de Morena ante los cada vez más frecuentes pronunciamientos de los sacerdotes en asuntos de interés social y político, como la inseguridad y la corrupción.
Finalmente, cabe recordar que también se está en la antesala de iniciar el próximo año el jubileo por el primer siglo de los Mártires de la Guerra Cristera, el enfrentamiento armando que desangró al Bajío y el Occidente de México de 1926 a 1929, una coyuntura en el que la Arquidiócesis de México ha hecho llamados más constantes a la unidad de la Iglesia Católica.