Signos
Ponerle trabas a la presencia de la DEA en México bajo el mismo sermón inútil del soberanismo y la más que sobrada evidencia del fracaso del Estado mexicano contra el ‘narco’, favorece la propaganda -envenenada pero efectiva- que refiere la complicidad del Presidente mexicano con el crimen (en tanto se abstiene de combatirlo alegando toda suerte de pretextos) y cuya fuente es la DEA misma como medida de venganza, de presión y de amenaza.
Ante el desenfreno delictivo y la violencia y el dominio que impone el ‘narco’ en amplios territorios sin una autoridad más poderosa que la suya, y en medio de un proceso electoral donde la inseguridad es una acusación categórica contra la que el oficialismo obradorista no tiene defensa, la apuesta retórica y provocadora contra Washington de Andrés Manuel es uno de sus graves errores estratégicos de cálculo (porque ni sirve ni se justifica contra el crimen y la impunidad, ni favorece el clima de colaboración bilateral con ese propósito, ni aporta beneficios a su causa ni al país) en este periodo crítico, además, que es el de su despedida del poder y tras el cual, de ganar su candidata a sucederlo, asumirá el supremo cargo del Estado sin la fuerza y sin la autoridad ni la popularidad de quien la hizo llegar a él.
Si el Gobierno federal y los locales no pueden con el ‘narco’, y si la impunidad jurisdiccional impide procesar a sus jefes y multihomicidas, ¿qué de malo tiene que vengan y los maten o se los lleven los agentes de Estados Unidos para juzgarlos y condenarlos en su territorio?
Cuando el soberanismo no es más que retórico porque no hay unidad ni capacidad de defensa institucional del Estado nacional, se convierte en enemigo de los intereses nacionales.
Parece que Andrés Manuel no ha aprendido las enseñanzas cardenistas sobre las relaciones de conveniencia mexicoestadounidenses en tiempos difíciles.
Ceder no es perder, sino ganar, cuando en una circunstancia adversa para el país -como en aquel entonces la violencia en puerta de la Segunda Guerra y ahora la del narcoterror- se convienen condiciones que lo favorezcan, como la colaboración cuando no se puede solo, y en el mejor clima de entendimiento y conciliación posible.
(¿Por qué no continuar, por ejemplo, con el programa de comandos especiales antinarco de la Armada dirigidos con tan buenos resultados por la Inteligencia estadounidense; sólo porque fue un éxito del régimen calderonista? Eso sí es politiquería, y es de un falso nacionalismo nocivo para la pacificación del país.)
Hoy día, cuando el ‘narco’ asedia y la violencia es el clima de las elecciones más polarizadas de la historia, es el tiempo menos indicado para que Andrés Manuel asuma una posición de defensor recalcitrante de la patria y eleve, en consecuencia, el nivel de las acusaciones de la DEA que lo vinculan con el crimen organizado en la víspera de dejar el poder presidencial, de dejar en él una suplencia vulnerable, y de quedarse solo y a merced de sus poderosos y entusiastas perseguidores.
SM