
Signos
Pregunta el periodista y escritor Alejandro Páez Varela en una columna reciente del portal “Sin embargo” si la 4T es de izquierda. Dice: “Si la 4T se siente de izquierda, debería actuar como izquierda. No me explico por qué le tiene tanto miedo a ser de izquierda y a reclamar que sean de izquierda aquellos a los que entrega porciones de poder. El discurso de izquierda es el que llena los zócalos a la 4T en cada convocatoria. A la 4T le encanta decirse de izquierda para llenar las plazas. ¿Por qué tiene tanto miedo, entonces, a deshacerse de los que no son de izquierda? ¿Por qué cobija a gente como Evelyn Salgado, Adán Augusto López Hernández, Ricardo Monreal, Pedro Haces, Ricardo Gallardo o Adrián Rubalcava, entre tantos muchos? ¿Por qué los encumbra, cuando abiertamente son cualquier cosa, menos izquierda? ¿Por qué el miedo de la 4T a ser realmente de izquierda?”.
Hipótesis propuesta en los comentarios:
Quien llevó a la izquierda al supremo poder del Estado mexicano, Andrés Manuel, salió, con otros (Cárdenas, Porfirio, Ifigenia…), de la izquierda del PRI; salida que derrumbó al PRI, sostenido ideológicamente en el programa social revolucionario cardenista que fue abandonado por el neoliberalismo.
La verdadera base electoral del obradorismo es de procedencia ideológica y de estructura política y de movilización priista. Por eso Claudia defiende tanto a los Gobernadores expriistas. Esos no son, por supuesto, de la izquierda doctrinaria marxista, socialista, radical y guerrillera (como no podrían serlo jamás los poderosos dirigentes parlamentarios federales, Monreal y Adán Augusto, y sus respectivos y numerosos grupos de interés, ni el propio Secretario federal de Economía procedente del salinismo, Marcelo Ebrard, y también con un importante grupo de adherentes en el país, todo los contrario, todos, del izquierdismo teórico, y más bien enemigos encarnizados del extremismo y el proletariado armado) pero sí los que, con su vasta corrupción, sostienen el obradorismo. Si los echa, se acaba el financiamiento electoral del oficialismo (desviaciones del erario, cuotas empresariales y del crimen organizado, etcétera). Se cae la izquierda doctrinaria y académica y de todas las derivaciones del ideologismo dogmático originario (de Taibo y unos pocos más), que es precaria minoría. Y se acaba el multitudinario acarreo que llena el Zócalo con autobuses y medios de transporte pagados por dirigentes del proletariado como Pedro Haces y por gobernantes estatales y municipales y líderes magisteriales que hacen lo mismo que siempre hizo el PRI y que, como priistas que fueron, refundaron Cuauhtémoc, Porfirio y Andrés Manuel, y cuyo legado hoy defiende, porque no tiene poder propio ni más remedio que hacerlo, la Presidenta izquierdista impuesta por los izquierdistas emanados del PRI.
De modo que no, la 4T no puede ser de izquierda, en efecto, o no de esa que refiere Páez Varela en su comentario del lunes 8 de diciembre. El poder mayoritario de la defensa de sus pobres es el de los revolucionarios emanados del tricolor, no de las guerrillas y las revueltas revolucionarias estudiantiles que dejaban sin clases las preparatorias y las universidades y cuyos dirigentes y voceros intelectuales acabaron dividiéndose entre el neoliberalismo salinista privatizador (o el muy sardónico ‘liberalismo social’ con que se financiaron proyectos editoriales como el de “Nexos” y “Letras Libres” y se crearon organismos autónomos electorales y de transparencia que sólo legitimaron la corrupción) y la convocatoria que congregó las disidencias ideológicas en la Corriente Democrática cardenista y en el perredismo que derivó hacia la regeneración moral de López Obrador.
SM