La nueva etapa contra el ‘narco’ (y contra los halcones americanos antinarco)

Signos

Pero es que no está nada mal que se combata con todos los recursos del Estado constitucional y de la colaboración internacional más necesaria el narcoterror y todos sus negocios criminales, los cada vez más asociados, en casi todas las entidades federativas y territorios del país, al poder político y a las autoridades responsables de garantizar la seguridad pública y de hacer justicia; poderes políticos y autoridades que de manera progresiva y cada vez más vertiginosa fueron cayendo bajo el control y quedando a merced de los grupos armados regionales gracias a la tolerancia, la permisividad y la impunidad que les otorgaron las jefaturas superiores de los tres Poderes republicanos. No está nada mal, pues, una colaboración bilateral más intensiva y estrecha sobre el particular, antes siempre objetada por Andrés Manuel tras el escudo falsario y demagogo de un extremo soberanismo suyo que en realidad mal escondía una propaganda nacionalera y un miedo contumaz a que una guerra franca y conjunta y sin cuartel y con todos los hierros de la convergencia de fuerzas binacionales dejara una estela de sangre y un reguero de cadáveres que asociara su imagen presidencial a la del calderonismo militarista antinarco, y que contaminara y mermara su vasta popularidad pacifista y defensora de los derechos humanos, cuyos efectos nocivos afectaran la contundencia electoral sucesoria que requería para legar la Presidencia a su pupila y candidata favorita, y para conseguir las mayorías parlamentarias calificadas y absolutas en favor de sus reformas constitucionales estratégicas y últimas, como la del Poder Judicial de la Federación. Ha sido el flanco más feo del Gobierno de Andrés Manuel, el de la violencia y la inseguridad. En la nueva estrategia presidencial anticrimen y contra el ‘narco’ la diferencia es manifiesta. Sí, de acuerdo, se enfatiza en la coordinación, la colaboración y la no subordinación. Pero se acepta de manera oficial la participación más protagónica y decisiva del nuevo Gobierno estadounidense en puerta y sus agencias especializadas de investigación y persecución de criminales de la más alta peligrosidad -donde el nuevo Embajador ya designado es un curtido y muy experimentado exprofesional de la CIA y un cuadro de la mayor graduación en las Fuerzas Armadas ‘americanas’- en el combate conjunto contra el crimen organizado en México. Y al respecto y si eso forma parte de las nuevas intenciones de Washington en favor de su propia seguridad nacional y fronteriza, ¿qué importa si para los muy soberanistas mexicanos redundará en una alardeada victoria trumpista? Ya Claudia se encargará de defenderla, asimismo, como propia y como un triunfo de intereses nacionales mutuos. ¿Y no sería así, fuera de los demás excesos del trumpismo que pone en el mismo saco la política arancelaria, migratoria y antinarco? El caso es que los objetivos de la erradicación del narcoterror y la pacificación del país se cumplan de manera efectiva y terminal. De eso depende, también, la continuidad presidencial del claudismo obradorista. Ya que el combate conjunto contra el ‘narco’ mexicano sirva para erradicar el consumo de opioides en Estados Unidos, es otra cosa. Ni los milagros llegan a tanto. La ‘americana’ es una superpotencia tan poderosa como sus patologías espirituales, sus sociopatías y su dependencia congénita incurable de los estimulantes, los legales y los prohibidos que no tributan al fisco y que es, de ellos, lo que más importa a sus contribuyentes y sus gobernantes. Sólo que el combate conjunto y convenido contra el ‘narco’ en territorio mexicano es una cosa. Claudia tendrá que enfrentar, en efecto, las amenazas de intervencionismo que congregan a los enloquecidos halcones de la guerra, la diplomacia y la seguridad nacional del trumpismo.

SM

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