La sucesión de 2022 podría ser para el PRI en alianza con quienes lo derrotaron en 2016…

La cosa pública

Por José Hugo Trejo

De una sucesión gubernamental a otra, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el de mayor historia y tiempo gobernando en Quintana Roo, casi como partido único, se quedó sin cuadros competitivos para contender por sí mismo en la elección para Gobernador del Estado de 2022, cuando hasta 2015 los tenía de sobra y formados a su mero estilo. Cinco años después unos están en la cárcel, a otros les anda pisando la sombra y los que menos riesgo corren se fueron a otro partido o están dedicados a la hotelería con los pingües recursos que les dejó su paso por la política como favoritos el último gobernador tricolor.

         En 2015, el gobernador Carlos Joaquín González era el aspirante a la candidatura priista más destacado y por tanto el más combatido, por medios lícitos e ilícitos, los más, por el gobernador en turno, Roberto Borge Angulo, ahora recluido en una cárcel del Estado de Morelos. Tanto fue el acoso gubernamental en Quintana Roo, que a tiempo decidió dejar el partido por el que su hermano de padre, Pedro Joaquín Coldwell, fue el segundo Gobernador del Estado y dirigente nacional, además de diputado, senador y secretario de Estado, además por el que él mismo fue presidente municipal y diputado federal, para buscar y lograr la gubernatura con las banderas de los partidos Acción Nacional (PAN) y el de la Revolución Democrática (PRD).

         Los otros aspirantes priístas eran Eduardo Espinosa Abuxapqui, ex presidente municipal de Othón P. Blanco en dos ocasiones, sobre el que se han girado sendas órdenes de aprehensión que no se han ejecutado hasta la fecha; José Luis “Chanito” Toledo Medina, quien era el “delfín” del gobernador Borge Angulo y quien luego de fracasar en su intento de ser candidato a la presidencia municipal de Benito Juárez, en 2018, por el PAN y el PRD en alianza, terminó siendo diputado local plurinominal de Movimiento Ciudadano, al ser derrotado de manera contundente en un Distrito por el que ya había sido legislador estatal en 2013, ufanándose de haber obtenido la mayor votación de cualquier diputado priista de los que se eligieron en todo el país ese año. Qué cosas, ¿no?…

         Aspirantes mujeres en el PRI también había, como las expresidentas municipales de Othón P. Blanco, Cora Amalia Castilla Madrid y Rosario Ortiz Yeladaqui, y hasta el novel hotelero en Bacalar, dirigente del PRI estatal en ese momento, Raymundo King De la Rosa. Sin embargo, la candidatura la obtuvo Mauricio Góngora Escalante, presidente municipal de Solidaridad, Municipio en cuya cárcel se encuentra recluido tras perder la elección de gobernador en 2016.

         Hoy el PRI, sin embargo, no solo no tiene mucho de donde agarrar cuadros que puedan ser competitivos para la sucesión gubernamental que viene, sino que los que tiene lo meten en una paradoja difícil de sortear ante sus militantes y cuadros secundarios que no quieren saber de alianzas tras la desastrosa experiencia que tuvieron con los partidos Verde Ecologista de México (PVEM) y Nueva Alianza (Panal), y con el electorado quintanarroense que se ha manifestado renuente a darle su voto en las elecciones municipales de 2018 y en las legislativas de 2019.

         Y es que las cartas fuertes para los jerarcas del PRI solo son dos y ambas mucho tienen que ver con el gobernador Carlos Joaquín, pues una está representada por su sobrino Pedro Joaquín Delbouis, presidente municipal de Cozumel, único Municipio en donde se recuperó el voto priista en las elecciones municipal y legislativa, y la otra por el priista que ostenta el mayor cargo público y político de todos sus correligionarios, que es el secretario general de Gobierno, Arturo Contreras Castillo, pues desde 2018 el tricolor no tiene por Quintana Roo a ningún legislador federal, ni diputado y mucho menos de senador.

         Son dos cartas contradictorias para el PRI y para el gobernador Carlos Joaquín las que representan Pedro Joaquín Jr. y el secretario de Gobierno Contreras Castillo, porque con ninguno de los dos el priismo por sí mismo estaría en condiciones de competir con éxito en la contienda por la gubernatura, por lo que tendría que buscar una alianza que potencializara sus posibilidades de triunfo en la elección de Gobernador ante el candidato o candidata que presente el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) que es hasta ahora la fuerza política preponderante en la entidad. Esa alianza, necesariamente tendría que ser con el PAN y el PRD, teniendo como orquestador y enlace al jefe político en el Estado de los tres partidos.

         Históricamente la derecha y la izquierda partidistas han manifestado y mostrado mayor intransigencia en sus diferencias entre sí, que las que ambos mostraban al partido en el poder. En su momento, cuando el PRD no era el cascarón hueco que es ahora y estaba relleno de gran parte de lo que sustenta a Morena, sus diferencias con el PAN eran más agudas e imposibles de reconciliar que las que tenía con el PRI en el poder. Y el PAN por las mismas. Esa actitud entre PAN y PRD la alimentó y aprovechó mucho el PRI para enfrentarlos divididos hasta que el pragmatismo de dirigentes panistas y perredistas rompió el embrujo.

         De ahí pues que para el PAN, la izquierda representada ahora por Morena, es menos tolerable que lo que representa el PRI, con el que se mantuvo aliado desde el arribo de Carlos Salinas de Gortari a la Presidencia de la República en 1988 hasta la sucesión presidencial de Enrique Peña Nieto en 2018, por las serias discrepancias que mantuvo con el candidato presidencial panista Ricardo Anaya Cortés.

Y si una alianza con el PRI le da al panismo quintanarroense la posibilidad de evitar que Morena llegue a la gubernatura, no se mira muy difícil que ésta se haga posible, siempre y cuando el gobernador Carlos Joaquín la concerte y sea su punto de enlace. Los demás, se aglutinarán solitos…

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