La unidad de la izquierda y sus peleas de perros

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Signos

Y qué más da que la oposición no cuente. En el Morena sus facciones se matan solas. La oposición del oficialismo es entre sus grupos. Los defensores de unos bandos dicen de los contrarios que son lo peor de su propio partido y los más visibles enemigos de los pueblos a los que aspiran representar en algún cargo de elección sus prospectos de candidatos. Son lo peor de lo peor. Son más malignos que los opositores mismos de los partidos opositores porque esos por lo menos se identifican como opositores y no como estos, que son unos hijos de la traición militante y no de la regeneración moral representada por nosotros, dicen los unos en contra de los otros, como entre los morenistas hidalguenses y los quintanarroenses, y los de otros Estados donde vienen procesos electorales en que los principales enemigos del morenismo son los morenistas que se disputan las candidaturas. Vaya, como en los tiempos hegemónicos del PRI, cuando el partido se rompía en los bandos de sus potenciales candidatos pero nadie de los perdedores lo abandonaba porque la oposición era un merengue sin fuerza para impulsar los intereses de poder de nadie hasta que apareció una reedición hegemónica del PRI, el Morena (tras la ruptura del PRI que expulsó a sus socialistas y se hizo neoliberal, y tras las fracasadas eventualidades emergentes del PAN y luego del PRI que sólo repitieron el impopular modelo del ocaso privatizador del PRI, cuyo sustento ideológico era la política social de los regímenes de la Revolución, la reeditada por la izquierda de Cuauhtémoc Cárdenas en el PRD y en el Gobierno de la Ciudad de México, y llevada al poder del Estado Nacional por López Obrador). Ahora tampoco los bandos perdedores y sus liderazgos y candidatos se irán del Morena (a menos que sean verdes en busca de venganza y sólo retornen al origen militante si hay derrumbe guinda) porque la oposición es un merengue y en el Morena no tienen perfiles dirigentes que formen una alternativa partidista, ya sea negando el obradorismo o alegando que lo defienden de sus traidores, porque nadie tiene fuerza propia ni puede prescindir del bono popular, de los patrocinios del Bienestar, y de las adherencias guadalupanas del liderazgo moral del maximato que habita entre las frondas y los pavorreales de Palenque desde donde sigue alentando las esperanzas, el sufragio de los electores y la hegemonía izquierdista recuperada del neoliberalismo que la apartó del PRI, el macuspánico Andrés Manuel.

Y así las cosas…, dijera el Pinche Licenciado.

El morenismo verde -el que controla todos los Poderes republicanos en Quintana Roo y cuyo patriarca tiene su sede en Cancún, decide en el Congreso y en el Tribunal Superior de Justicia y en la Fiscalía, y convierte la reforma judicial obradorista en instrumento político y constitucionalizado del Gobierno estatal y así quiera oponerse y evitarlo la mismísima Presidencia de la República- dice, hace saber, el morenismo verde, a través de sus voceros políticos y mediáticos más elocuentes, que sus enemigos fundacionales y pretendidamente ‘puros’ del partido Movimiento de Regeneración Nacional en la Entidad caribe son basura vil, mera bastardía política y electorera, y no más que una legión de infieles al liderazgo presidencial ‘humanista y de corazón feminista’ que sólo representa la Gobernadora, Mara Lezama Espinosa, cuyo candidato a sucederla es el impecable Senador, Eugenio Segura Vázquez, alias el Gino (a su vez fiel escudero y defensor de los intereses del líder moral y verdadero jefe nacional del Partido Verde Ecologista de México, Jorge Emilio González Martínez, alias el Niño Verde).

Dice, hace saber, que el que como Adán Augusto López, líder de la mayoría del Senado, también se dice ‘hermano’ de Andrés Manuel, Rafael Marín Mollinedo, el jefe de la Agencia Nacional de Aduanas de México y tan reconocido y bien ponderado por la Presidenta, Claudia Sheinbaum -representada en Quintana Roo por la Gobernadora, a decir de los voceros del morenismo verde-, ese burócrata aduanero de cuna tabasqueña, como las de Andrés Manuel y Adán Augusto -y también compañero del primero en el origen de la causa del Morena, creador de la misma en Quintana Roo-, ese patán no es más que un socio del grupo criminal, señalado de nexos con dos de los hijos del exPresidente López Obrador y con el propio exPresidente, que ha operado el mayor tráfico de combustibles robados en el país y el mayor atentado, por eso, contra Pemex y las finanzas nacionales relativas al sector energético.

Es decir, se han soltado los perros de la guerra entre el bando morenista de uno de los ‘hermanos de Andrés Manuel’ y el de los verdes de la Gobernadora Lezama y el Niño Verde. Las notas enemigas, como partes de guerra de la tropa en el poder estatal tras la congregación proselitista por el informe legislativo de la Senadora Anahí González en Cancún -partidaria de Marín y con cuya dedicatoria propagandista de fondo tuvo lugar el acto ‘informativo’ tras el que fue acusada de traidora por la narrativa marista- expresan la furia gobernante contra el jefe aduanero, a quien califican de delincuente obradorista huachicolero por oposición a los calificativos que contra el Gino Verde, el contrincante del ‘hermano’ de Andrés Manuel por el relevo de Mara, enfila la narrativa rafista, como siervo que es, dice, de la delincuencia política que dirige el Niño Verde y cuya influencia defiende en las negociaciones sucesorias con los votos parlamentarios federales y estatales de su partido según las necesidades venideras de reforma constitucional del morenismo aliado y las que decidirán, en efecto, si en el Caribe mexicano repite en el poder el morenismo verde o si el hermano obradorista no vuelve a ser sacrificado.

Pero lo cierto es que la unidad de la izquierda convocada por los liderazgos del país y del partido que lo gobierna y que ha sido hegemónico en él es, en territorios electorales como el quintanarroense, lo más parecido a una pelea de perros. 

SM

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