Los incendios, como nunca en Quintana Roo

LOS INCENDIOS ACABAN COMO NUNCA CON EL MEDIO SILVESTRE Y ACOMPAÑAN AL VIRUS A ENFERMARLO TODO

Javier Ramírez

De acuerdo con datos de la Comisión Nacional Forestal (Conafor), el año pasado se registraron en Quintana Roo 59 incendios forestales que afectaron un total de 12 mil 795 hectáreas, casi el doble de la superficie dañada en 2018, que fue de seis mil 855 hectáreas.

Y este año no habían terminado los primeros cuatro meses y la dependencia federal ya contabilizaba 42 siniestros que han acabado con ocho mil 406 hectáreas.

Al menos el 25 por ciento de las llamashan sido provocadas por campesinos al perder el control de la quema de la selva con fines agropecuarios, o por oportunistas criminales que buscan acabar con el mangle y otras especies vegetales en zonas de gran plusvalía, para poder construir en caso de que las autoridades ambientales no apliquen las sanciones correspondientes.

El resto de los siniestros son ocasionados por pirómanos, fogatas, limpia de derechos de vía, quema de basureros, cacería y hasta por fiestas comunitarias donde usan fuegos artificiales.

Todo indica que los incendios pondrán nuevamente en jaque a las autoridades, luego de que el año pasado se recortara el presupuesto dedicado a las brigadas dedicadas a combatir las conflagraciones, y han comenzado a afectar a miles de personas con dolor de cabeza y congestión nasal, justo en plena pandemia promotora de esos malestares.

En Bacalar, la mayor afectación

El Centro Estatal de Control de Incendios Forestales (CECIF) del Estado informó que, hasta este 30 de abril, había42 conflagraciones activas en la entidad: once en Othón P. Blanco, una en José María Morelos, siete en Bacalar, ocho en Solidaridad, dos en Felipe Carrillo Puerto, cinco en Benito Juárez, seis en Lázaro Cárdenas y dos en Puerto Morelos.

Sin embargo, dos tenían total prioridad debido a las condiciones meteorológicas adversas: ‘La ruina’ y ‘La charra’, ambas ubicadas en el Municipio de Bacalar. La primera afectaba en dos mil hectáreas y la segunda en 800.

El Grupo Técnico Operativo del Manejo del Fuego, integrado por brigadas rurales y elementos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la Secretaría de Ecología y Medio Ambiente (SEMA), la Conafor, la Guardia Nacional y Protección Civil, además de voluntarios, se enfocaban en tratar de controlar el fuego en ‘La ruina’, debido a la cercanía con Ichkabal, zona arqueológica que durante años ha estado siendo preparada para su apertura al público debido a su potencial para convertirse en el principal atractivo turístico de la zona sur del Estado.

Ciudades sofocadas

Mientras tanto, en Chetumal, dos grandes incendios comenzaron a registrarse en los últimos días de abril en las colonias Antorchistas y Flamingos, que sumados a los de las comunidades de Calderitas y Subteniente López afectan a prácticamente toda la capital y poblados circunvecinos, principalmente en las noches, cuando la temperatura desciende y forma una especie de capa térmica que impide el paso del humo, concentrándolo a pocos metros del suelo.

En la zona norte también se presentan situaciones similares, sobe todo en Cancún, donde ocurren cinco incendios, siendo el de mayor tamaño el ubicado en la zona agropecuaria de la Alcaldía de Leona Vicario donde afecta un perímetro de mil 500 hectáreas.

En Puerto Morelos, Municipio colindante con Benito Juárez, también hay dos siniestros, uno del lado del puerto y otro en la Colonia Cetina Gasca, con dimensiones que rondan las siete hectáreas cada uno.

En Playa del Carmen, Solidaridad, una quema en la selva detrás del Fraccionamiento Real Bilbao ha sido combatido por bomberos desde hace dos semanas, pero comienza a acercarse a la zona poblacional, donde ya se siente con fuerza el olor a humo.

Los habitantes del Municipio de Lázaro Cárdenas también resienten los incendios de la selva. En Holbox, una conflagración inició a corta distancia de la comunidad pesquera, entre Isla Paak y la Laguna Yalahau, mientras que otro comenzó dentro de la reserva de flora y fauna de Yum Balam, a cuatro kilómetros de la población de Chiquilá.

Decenas de ciudadanos han expresado su molestia en las redes sociales debido a las serias afectaciones que han comenzado a sentir desde finales de abril, y culpan a las empresas desarrolladoras de quemar intencionalmente los terrenos para poder construir.

Sin apoyo para las brigadas

Las brigadas contra incendios continúan trabajando para sofocar los siniestros, pero previamente el titular de la Secretaría estatal de Ecología y Medio Ambiente(SEMA), Alfredo Arellano Guillermo, reconoció que la reducción en el presupuesto de la Conafor y al programa de empleo temporal se había reflejado en una menor capacidad de acción, al contar Quintana Roo ahora con sólo 12 brigadas y con un gasto de apenas dos millones 700 mil pesos.

Dijo que para este año buscaron aumentar a 20 las brigadas y obtener un presupuesto de al menos cinco millones de pesos, pero finalmente no se logró y eso terminó por afectar el trabajo de los brigadistas, quienes demoran un promedio de 27 minutos con 15 segundos en detectar los incendios, la reacción más lenta a nivel nacional, en comparación con los siete segundos que tardan en el Estado de México, por ejemplo.

Al final, la Secretaría de Salud no puede sino dar recomendaciones a las personas para que se vean menos afectadas por el asfixiante humo, como no salir durante la noche, mantener cerradas puertas y ventanas de las viviendas, cubrir las rendijas con trapos húmedos, cubrir nariz y boca con pañuelo o trapo húmedo y, en caso de sufrir algún problema respiratorio o malestar como dolor de cabeza, debilidad muscular, tos, dolor de garganta, pulso rápido o dificultad respiratoria, acudir a la unidad de salud más cercana.

La mutación de patógenos y el crecimiento de su letalidad están asociados a la globalización y al cambio climático. Del mismo modo que los virus y las pestes cibernéticas se contagian a la velocidad de la interconexión digital, lo hacen los de los seres vivos mediante un contacto más fluido entre las distintas regiones del planeta. El mundo se ha integrado a la velocidad de una tecnificación instantánea y continua, se ha estrechado en esa dinámica de vecindad inmediata, y ya no quedan espacios vitales remotos e incomunicados. Lo único inmutable es que los males son más vertiginosos que los remedios que los combaten –en la lógica de que todo lo que vive debe perecer, como condición de otras génesis-, del mismo modo que el conocimiento es más complejo y más difícil de reproducirse que la ignorancia. Por eso la ciencia –sin hablar del valor de humanidad de las decisiones económicas y políticas, siempre insignificante frente a las necesidades mayoritarias que crecen al ritmo de la fortuna de los ricos- suele ser rebasada por las crisis humanitarias, y por eso las crisis sanitarias son cada vez más difíciles de controlar. La ignorancia y la codicia son mucho máspoderosas que la sabiduría y la calidad humana. El mundo está hacinado y atrapado en la falta de soluciones, frente a los males terminales y sin salida que lo asedian y se entrelazan, como ahora el calentamiento global y los incendios que acaban con el entorno biótico, y las enfermedades que se transmiten entre animales y humanos -porque el hábitat de ambos se está extinguiendo por la sobrepoblación, la contaminación, la sequía y el fuego, y unos y otros tienen que convivir más juntos en espacios más reducidos y deteriorados- se expanden, se hacen pandemias, y su composición molecular es siempre más difícil de descubrir y de atacar. Y en esa espiral de incendios y pandemias, un paraíso silvestre como el del Caribe mexicano se extingue. Las sequías son más prolongadas y severas, las especies únicas de la flora y de la fauna se queman sin escapatoria o se quedan sin espacio para vivir y multiplicarse, y la masividad y el precarismo urbanos –propiciados por un crecimiento caótico y sin regulaciones de autoridad de ninguna especie, donde sólo han importado el negocio y sus rentas criminales para el poder político- completan el paisaje siniestro de uno de los ámbitos planetarios más pródigos y con más elevado potencial de beneficio económico y de bienestar social, ahora enfermo y condenado a muerte tanto por las inmundicias del poder global que han destruido las alternativas civilizatorias, como por la irresponsabilidad y la corrupción locales que, en tan poco tiempo, hundieron la sustentabilidad y la viabilidad del desarrollo en el Caribe mexicano.  Hoy día, por ejemplo, a pesar de que la tercera parte de la superficie de Quintana Roo está bajo resguardo ambiental, el crecimiento urbano y turístico han colapsado gran parte del entorno natural de la entidad. Ni las 27 áreas naturales protegidas con las que cuenta el Estado están exentas de las inversiones inmobiliarias ni de la proliferación de asentamientos irregulares como consecuencia de la incesante inmigración que exige más infraestructura y más espacio para colonizar -lo que se traduce en más marginalidad e insalubridad, en un medio natural para el que el poblamiento sin controles sanitarios es veneno químicamente puro-. Las actividades agropecuarias también abonan a la devastación de la selva. De modo que, así, cada año, y siempre cada vez más, miles de hectáreas y sus moradores son presas del fuego gracias a la corrupción política que permite la depredación al mejor postor. Empresas inmobiliarias, ejidatarios y hasta comunidades de menonitas se han dedicado adesmontar terrenos en toda la entidad caribe sin que nadie sancione a nadie. Este año, el número de hectáreas afectadas ya supera las ocho mil, y el humo que desprenden las quemas afecta la salud de miles de habitantes en las comunidades y ciudades de casi todos los Municipios.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *