Morena y las elecciones por venir

El minotauro

Por Nicolás Durán de la Sierra

El proceso electoral por venir será difícil para Morena y es posible que pierda espacios en ambas cámaras, sobre todo en la de diputados. La selección de candidatos, en marcha en todo el país, ha prendido focos rojos por la pobreza de sus propuestas. El partido guinda comienza a pagar el no contar con cuadros propios y tenerse que nutrir de toda suerte de fauna política.

En el panorama local dan ejemplo las declaraciones de Yohana Acosta, la dirigente estatal de Morena, quien apunta que, para este proceso “sumarán a destacadas figuras de la sociedad y a los oportunistas, dice, los irán ubicando con el tiempo”. Para los militantes de años de este partido, muchos de ellos relegados en aras de la efectividad electoral, será un mensaje difícil de olvidar.

En la Ciudad de México, otrora baluarte de Morena, las alarmas resuenan pues, sea el que fuere su candidato, éste tendrá que remontar a una oposición que gobierna la mayoría de alcaldías; en el Estado de México, aunque a favor guinda, la diferencia es mínima y, para mayor dificultad, el nombre del presidente López Obrador no aparecerá en las boletas electorales.

El panorama estatal, aunque no tan brumoso, no es tan claro para Morena como supone Yohana Acosta. Los partidos Verde y Del Trabajo, el segundo como parte del reacomodo nacional, exigirán espacios; los ecologistas, más organizados y con más recursos, buscarán tener mayoría en un congreso que hoy casi manejan. Falta, claro, restar los espacios de una oposición que no es tan frágil como se cree.

Morena y el Partido del Trabajo no deben ser lo mismo que el partido verde, aunque vayan juntos.

La presidencia de la república, por las obras señeras del presidente López Obrador y por sus programas sociales no está en duda: será de Morena, pero la integración de cámaras será un gran campo de batalla para un partido guinda que al parecer -falta unos días para que se sepa la lista de candidatos-, no las tiene todas consigo. El desgaste de un sexenio pasa factura.

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