Se agrava el problema del alcoholismo en Quintana Roo por la falta de programas de prevención, la entrega de patentes y el clandestinaje

En Quintana Roo existe un expendio de bebidas alcohólicas por cada 181 habitantes, en tanto que sólo hay una escuela por cada mil personas. Por eso no sorprende que la entidad encabece desde hace cinco años los índices de consumo de alcohol, una situación que ha provocado que en la última década se incrementen en 300 por ciento los accidentes automovilísticos fatales, en 80 por ciento los suicidios y que se quintupliquen los casos de violencia intrafamiliar. Mientras tanto, las autoridades estatales y municipales del sector salud continúan sin aplicar programas o campañas de prevención para combatir este vicio que, dicho sea de paso, es de las principales causas de todos los males en nuestra sociedad, principalmente en ciudades como Cancún donde la pobreza, la inmigración, el crimen organizado y la mala planeación urbana ‘orillan’ a las personas, cada vez más jóvenes, a refugiarse en las bebidas embriagantes. Ni siquiera la pandemia del Covid-19 disminuyó en algo este problema, pues la gente, en su adicción, promovió la venta clandestina del alcohol, generándose otros tipos de delitos, incluyendo la trata de mujeres en bares improvisados. Como se trata de un negocio redondo, con muchos actores involucrados, todo indica que el licor seguirá dañando a más generaciones en Quintana Roo.

En Quintana Roo es más fácil encontrar un lugar donde comprar bebidas alcohólicas que un plante educativo, y es que por cada 10 sitios de venta de alcohol hay una escuela de educación básica, cuando el promedio nacional de esta relación es de dos patentes por cada instituto educativo. 

Por esta razón el Estado es puntero en el consumo de la bebida y los problemas que esto desencadena: en los últimos tres años la entidad escaló de la posición cuatro a la segunda en el índice de mayor población del país con problemas de alcoholismo.

Además, el 85 por ciento de los casos registrados por violencia familiar fueron protagonizados por personas que estaban bajo los influjos de la cerveza, al igual que el 90 por ciento de los accidentes de tránsito. Y ni hablar de la desintegración familiar, pues de cada 10 casos, en siete el alcoholismo es la principal causa.  

Sin embargo, a las autoridades parece no importarles esta situación, pues continúan  entregando patentes para su venta, principalmente en los Municipios de Othón P. Blanco, Benito Juárez y Solidaridad.

Un grave problema

De acuerdo con la Comisión Nacional Contra las Adicciones, Quintana Roo ocupa el segundo lugar en cuanto a mayor porcentaje de población con problemas de alcoholismo: alrededor del 14 por ciento de los quintanarroenses abusa de la bebida, casi dos veces el promedio nacional, que es del 7 por ciento.

Por supuesto que esto es sólo tomando en cuenta a aquellos que la consumen en exceso (más de cuatro litros a la semana, de acuerdo con la Secretaría de Salud), pues el 65 por ciento de la población es considerado un consumidor frecuente de alcohol, aunque no alcohólico, al beber entre uno y tres litros de cerveza.

El promedio nacional de consumo de alcohol en el Estado es de seis litros de cerveza a la semana; o lo que es lo mismo: 18 cervezas de lata. En el resto del país la media es de ocho.

Datos del Centro Nueva Vida, adscrito a la Secretaría de Salud, revela que la mitad de los 140 mil jóvenes quintanarroense de entre 10 y 17 años son consumidores de bebidas alcohólicas, y es entre los 10 y 12 años de edad que empiezan a consumirlas.

Peor aún, se trata de un problema invasivo, pues cada vez aumenta el número de consumidores a una tasa de 2 por ciento anual.

En el año 2002, mil 300 personas fueron atendidas por congestión alcohólica por alguno de los centros médicos del Estado. Para 2009 la cifra aumentó a 6 mil 700. En 2013 fueron 13 mil 800 personas las que experimentaron este tipo de problema. Para 2016 el número cerró con 16 mil 300 y cuatro años después la cifra supera los 20 mil, con todo y que la pandemia de Covid-19 limitó la venta legal, de licor. 

De hecho, a causa de la contingencia sanitaria y el cierre de locales a temprana hora aumentó el número de personas que se dedicó a vender de manera clandestina el alcohol, apoyándose principalmente con el servicio de los motorrepartidores, quienes fueron muy solicitados por las personas que buscaban licor durante las madrugadas, principalmente.

Esta situación tampoco ocasionó la apertura de bares clandestinos, que incluso contrataban meseras y bailarinas, pues aunque la ubicación de los mismos era un secreto a voces, las autoridades actuaron en muy pocas ocasiones en contra de los mismos, pues los policías se hacían de la vista gorda previa entrega del respectivo soborno.

Sin campañas para combatir el alcoholismo

María Díaz, representante en Quintana Roo de la Comisión Nacional Contra las Adicciones, advirtió que “si no se realizan acciones intensivas de prevención y atención del alcoholismo, principalmente en los menores de edad, estaremos desatendiendo un problema que alienta a la delincuencia y que contribuye a la desintegración familiar y pérdida de valores”.

La psicóloga y especialista en materia de adicciones y su prevención, explica que en los últimos diez años el aumento en el consumo del alcohol ha provocado un incremento de hasta 300 por ciento en los accidentes automovilísticos fatales; 80 por ciento en suicidios y quintuplicado los casos de violencia intrafamiliar.

“En la mayoría de los hogares quintanarroenses el machismo aún tiene una gran presencia, en la que se permite que los hijos varones puedan ingerir bebidas alcohólicas desde los 12 años. Sin embargo, ahora cada vez es más común que las mujeres también se excedan en su consumo desde temprana edad”, puntualiza.

“Lamentablemente no existe ninguna campaña por parte de la Secretaría de Salud del Estado, ni de los Municipios, contra el alcoholismo. Sólo se atienden los casos por ingestión alcohólica, pero no se atienden las causas. En los bares y antros se permite que los menores de edad consuman alcohol, pero prácticamente este tipo de bebidas están al alcance de cualquiera, pues no se regula su venta a menores”.

“Y esto es debido a que existen demasiados puntos donde conseguir alcohol”, comenta María Díaz.

Más vinaterías que escuelas

En Quintana Roo existen más lugares donde se vende alcohol que escuelas. De acuerdo con las estadísticas del Sistema Educativo estatal, en el Estado existen mil 941 planteles de educación básica (nivel preescolar, primaria, secundaria y preparatoria), mientras que actualmente se encuentran 11 mil 700 patentes para vender bebidas alcohólicas, de las cuales el 40 por ciento se encuentran en los Municipios de Solidaridad y Benito Juárez.

El número de patentes se incrementa cada sexenio de manera desigual. En 2002 existían 4 mil 600. Para 2008 habían 6 mil 800. Entre ese año y el 2012 aumentaron a 9 mil 400, siendo que la mayoría de estas fueron entregadas a discreción por gobernadores para exfuncionarios, familiares y amigos.

De hecho, al terminar su sexenio, Roberto Borge Angulo fue denunciado por entregar 573 patentes de bebidas alcohólicas a un precio mucho menor que el estipulado en la Ley de Ingresos.

Tan sólo para hacer magnificar este fraude, de los 250 millones de pesos que se tenía que recaudar por dichos permisos, sólo ingresaron a las arcas del Gobierno 8 millones de pesos.

En lo que va de la actual administración que inició en 2016, la Secretaría de Finanzas y Planeación (Sefiplan) ha entregado 850 patentes en los 11 Municipios, que tienen un costo aproximado de 400 mil pesos, por las cuales el Gobierno del Estado ha obtenido 200 millones de pesos en ingresos, cantidad que las autoridades aseguran sí ha entrado a las arcas estatales gracias a que se han establecido mecanismos de transparencia.

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