
Signos
Lo que va quedando es eso. Certeza de que todo está perdido. De que el humanismo y la virtud creadora del espíritu son despojos dispersos en el estercolero civilizatorio postrero.
La vanguardia de la Inteligencia Artificial avanza al ritmo de la decadencia, que es el del tiempo y el espacio integrados al instante por la vorágine informática.
Y esa IA se ocupa cada vez más de la estética, de la crítica, del espectáculo, de las nociones ideológicas, y de la propaganda que hace de la política y de la moral y de la opinión pública y de la conciencia social la misma cosa.
Todo es instantáneo, somero y ya casi sin la mínima virtud.
Fin de la filosofía, la literatura y todas las artes trascendentes e imperecederas; de pensadores, escritores, creadores, lectores y públicos de valor.
El ‘estilo’ es uniforme y de consumo pasajero.
La cultura audiovisual de la masividad y de la brevedad hace la progresión humanoide de las nuevas clientelas, de los nuevos comunicadores, del nuevo mundo primitivo de lenguaje básico, de palabras mínimas, de emociones estandarizadas, de intenciones sin matices, de ideas pírricas, de diplomacias estériles, de vulgaridades generalizadas, de significantes y significados que juntan el extremo de la modernidad con el del principio de los tiempos.
(Fronteras donde se acabaron, incluso, las regulaciones y los arbitrajes globales de los poderíos que se disputan el agotamiento planetario en un espacio más y más estrecho y sin más límites que los de la inmediatez. Donde no hay más mercados, más territorios de conquista, más lugares para lucrar. Donde la población se sigue expandiendo. Y los pobres y sus demandas se siguen multiplicando. Como la codicia y los intereses reconcentrados y digitalizados de los dueños de la IA que domina el mundo.)
Cunden el analfabetismo funcional y la descomposición moral perpetrados tras la IA.
Como en México.
Un partido político acusa la inmoralidad de otros mientras sus militancias y sus dirigencias y sus fuerzas mediáticas propias se apedrean entre ellas mismas como cavernarios, enalteciendo su causa ‘humanista de corazón feminista’ y defensora del ‘pueblo’.
Nada más faccioso y más grotesco. Nada más ilustrativo del iletrado impudor ideológico y político.
Como en Quintana Roo, ejemplo representativo de la pérdida de escrúpulos en la historia política de México y de las miserias morales que dice combatir el partido de la Regeneración Nacional con las prédicas obradoristas de la moralización de la vida pública del país:
En la hora de la hora de la sanación de la política y del evangelio morenista de la fe por la resurrección de la honradez y los nobles principios de la lucha por los pobres, las tribus verde y guinda pelean en el lodo por la sucesión de la actual gobernadora, defensora y representante de la banda de los verdes que es, en esa amalgama envenenada donde el partido de la regeneración moral es regenteado por dirigentes vestidos del color de sus peores enemigos.
La vulgaridad gobernante está alcanzando grados de sordidez tropical inconcebibles, diría José Arcadio.
La hojarasca y el aguacero terminal de la inmundicia son más torrenciales que los del reino de la cola de puerco de los Buendía.
Pero por lo menos el espíritu carroñero de la marabunta inmigrante llegada con las bananeras no se guarecía del diluvio bíblico en la gritería de ninguna regeneración moral.
Y así, si bien la IA puede ayudar a maquillar -delante de públicos aplastados bajo el peso irremediable de la ignorancia y la simpleza reales- los estropicios de la ‘comunicación social’, los vastos saldos de la descomposición ética del partido de la Regeneración Nacional rompen el cristal de sus aparadores morales e irradian su mezquindad a los cuatro vientos.
Ya no hay atenuantes.
Se cobra y se paga desde el Gobierno y se defiende el descaro de lo que se compra y lo que se vende a plena luz del día. Y se exhibe, asimismo, el producto, a sabiendas de que la IA puede corregir despropósitos intelectuales frente a la ceguera de sus destinatarios, pero exhibe la naturaleza inservible de los estafadores.
Tiempos de transparencia donde no es posible tamizar y transmutar lo esencial, porque, como con la IA, en la política se acabaron los modos, las formas, las gradualidades, las alternativas del diálogo y la negociación.
Se agotó la diversidad, la estrategia, la piedra filosofal de la palabra y las maneras inteligentes de razonar y convencer.
Se acabó la semántica.
Se apagó el poder de saber usar el poder.
Se acabó la política.
Hoy la esencia del engaño es la misma. Pero la impertinencia bruta de las intenciones no tiene modos diplomáticos de no parecer lo que es.
Por supuesto que la hipocresía y el cinismo son recursos del ejercicio político. Pero el valor del mismo está en las motivaciones y en los modos de gestionarlas.
Y decir que se defiende la causa partidista de la regeneración moral humanista lanzando lombardas podridas contra el enemigo que antes se ha defendido como el líder fundador de esa causa de corazón feminista exhibe muy bien lo que es y de qué se trata la Regeneración Nacional.
Y al final de cuentas la Presidenta resolverá si le importan los votos parasitarios verdes para seguir hinchando su partido guinda con la berraquería mercenaria y delictiva que habrá de reventarlo.
Resolverá eso. O si opta por la facción alternativa que, para imponerse y gobernar, tendría que destruir las cavernas de poder en que han convertido la Fiscalía, los Tribunales y todo el sistema de Justicia estatal los verdes del obradorismo dominante, y en cuya obra tendría que integrar y hacer valer por lo menos una tonelada de ‘carpetas de investigación’.
Y sí, claro está: entusiasmada como anda con que se vistan de mujer la mayoría de las representaciones públicas del país, puede decidir que no se realice ninguna de las posibilidades anteriores.
Pero, por lo pronto, la patanería política manifiesta en la guerra mediática de la causa humanista que gobierna contra la que quiere gobernar, no tiene precedentes de bajeza, ni moral ni intelectual, por más que se apele a la IA para enmendar la ausencia de concepto y el natural deterioro de las formas de comunicar (y de engañar).
SM