La cosa pública…
Por José Hugo Trejo
La creciente expansión del Covid-19 en todo el mundo, y los riesgos que entraña para nuestra sociedad y nuestras familias tanto en su salud como en su economía, no es suficiente motivo para serenar las pasiones políticas ni mitigar la lucha de intereses por el poder en todos los ámbitos de nuestro país.
Más parece que la infección masiva del coronavirus Covid-19 que nos amenaza ha avivado el encono entre los contrarios políticos, al grado de tomarlo como ariete en su constante labor de zapa para debilitar al adversario.
Sucede en todos los niveles de la vida pública nacional y en todos los ámbitos en donde haya un objetivo político en disputa.
A nivel nacional lo vivimos día a día con los cuestionamientos diarios que recibe la acción del Gobierno de la 4T que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador, cuyos adversarios están más pendientes de cualquier frase o palabra suya que pueda ser aprovechada para descalificarlo y con ello también descalificar todas las acciones que anuncia y las decisiones que toma como responsable que es de conducir a un país en los turbulentos tiempos en que nos metió el Covid-19, como a todas las naciones del mundo.
No hay sosiego ni tregua alguna en los adversarios y críticos del Gobierno lopezobradorista, la que quieren enterrar con el Covid-19 y la crisis económica que nos está acarreando, sin ponerse a pensar siquiera en que tal vez con ese entierro estaríamos acudiendo también al nuestro y al suyo mismo.
En las propias filas del partido que fundó y liderea como jefe político el presidente López Obrador, no cesa la refriega entre sus integrantes. El Covid-19 los agarró en plena disputa por el control de la dirigencia formal del Movimiento Regeneración Nacional y ni así se calman.
En Quintana Roo esa refriega interna de los morenistas los ha llevado a desperdiciar el tiempo que le corresponde en el control de la presidencia de la Junta de Gobierno y Coordinación Política del Congreso del Estado y a desaprovechar hasta ahora la condición mayoritaria con que llegaron al Legislativo para hacer una revisión a fondo de leyes y concesiones públicas a empresas privadas que le han sido muy lesivas a la sociedad quintanarroense y que durante su campaña se comprometieron enmendar.
La crisis que vive Morena en el Congreso de Quintana Roo, por lo menos está revelando las debilidades que tiene la institución por la falta de leyes más claras y firmes que garanticen la autonomía plena del Legislativo, no sólo del Poder Ejecutivo que durante toda su existencia lo mantuvo sojuzgado a su arbitrio, sino de otros poderes locales y foráneos que ejercen presión e influencia trastocando el sano desarrollo del órgano de representación.
El Poder Legislativo de Quintana Roo, y ningún organismo público que formalmente sea autónomo, ni sus órganos de gobierno y administración, deben seguir siendo sujetos del voluntarismo de agentes de poder externos ni del contentillo de sus propios integrantes. Debe ser la ley y sólo la ley la que lo rija.
No se puede seguir permitiendo que los órganos de gobierno y administración del Legislativo, sigan siendo socavados por voluntades políticas partidistas o personales. Se debe blindar y dar certidumbre a su desarrollo, con leyes y reglas claras que rijan el desempeño de quienes en su momento sean electos para conducirlos por determinado periodo y que solo sean el respeto o la violación de esas leyes o reglas las que den causa al cumplimiento cabal de la responsabilidad adquirida o a su remoción según sea el caso. Nunca más el contentillo ni el voluntarismo, que se alimentan de la grilla y el cabildeo de poderes fácticos locales y foráneos, deben imperar en la vida institucional de los órganos de representación y de gobierno.
Porque el problema no es exclusivo de los diputados de un partido, como es el caso de los morenistas ahora; este ha sido una constante desde el origen mismo del Legislativo, cuyos diputados y coordinadores de fracción partidista han sido dependientes de jefes externos que han incidido en el sentido de su voto y en la propia permanencia de las presidencias de las comisiones legislativas más importantes para el gobierno y la administración del Congreso.
Y si la permanencia en los puestos de dirección, gobierno y administración para el que son electos algunos legisladores en el Congreso no se va a regir estrictamente por la ley sino por el voluntarismo o el contentillo del resto de los diputados, nada ha cambiado entonces de esa supeditación en su accionar hacia intereses que no sean solo los que marca la norma, solo que ahora en vez de mantener contento a uno tiene que hacerlo con seis, siete o más…